Páginas de Criminal Descubierto

Santiago San José Pardo: "El Lobo Feroz-El Legionario"

Santiago San Jose Pardo, nacido el 25 de julio de 1956, en un parto dificultoso en el que preciso asistencia por falta de oxigenacionn en el cerebro. 


A sus 31 años, Santiago Jose Pardo era un hombre solitario, con rostro cejiagudo y cara de pocos amigos, reconcentrado sobre si mismo, con un pesado fardo de fracasos a cuestas. Era como un animal solitario y peligroso. Abusaba de la bebida, apenas tenía amistades y su relacion con las mujeres resultaba muy difi­cil.

Habi­a pasado unos meses en la Legion, en la que se alista para huir de los problemas de su vida, pero no pudo resistirlo: el Tercio se revela demasiado duro para su forma de ser. Por eso fingio una enfermedad mental, lo que le valio la licencia anticipada. A la luz de lo que protagoniza despues, no debio de costarle demasiado fingir, porque su forma de actuar estaba al borde de la locura. De su paso de catorce meses por el Ejercito le quedo el apodo de el Legionario.




Su Familia
El padre no le acogia con cariño porque esperaba una niña. Su situacion en la familia, en la que sufria el agravio comparativo de ser preterido por el progenitor, que preferia a su hermano mayor, agravandose con el tiempo. Con su madre parecia no tener mucho apego sentimental.


Trabajo y vida
Tras desempeñarse como botones, se coloca de mozo en una tienda de reproduccion de planos. Sus jefes le tomaron afecto, y gracias a su buena disposicion para aprender las tareas de delineacion se gana un destino en Asturias, donde la casa matriz abria una sucursal.

En Oviedo se echa novia, y todo parece irle viento en popa. Pero le llega la edad de hacer la mili, y aquello le partia por la mitad. A su regreso, lo que pareci­a un negocio con porvenir se habi­a transformado en una empresa al borde de la quiebra. Al poco tiempo cerraria, y Santiago se quedaria sin saber que hacer. Hasta probaria suerte con el oficio de marino. Pero finalmente deja el mar, se olvida de su novia asturiana y regresa a Madrid con su madre. Nada volveria a salirle bien.

Sin trabajo, con su complejo frente a las mujeres a cuestas y una relacion tirante con su madre, Santiago se da a la bebida. Consecuencia de su aislamiento, de la mala situacion familiar y de su nula fuerza de voluntad para salir del pozo en el que se estaba hundiendo, y se alista desesperado en la Legion.

No fue la solucion. Tras saber de las duras tareas y la disciplina en el Tercio, se las ingenia para volver a Madrid, donde, otra vez con la madre, emprende su antigua vida. Ocasionalmente, trabaja de camarero y bodeguero. Quiza¡ este ultimo empleo le pone en el camino del arriendo del Meson del Lobo Feroz, final de su carrera y tumba de sus vi­ctimas.


Meson del Lobo Feroz

El Meson del Lobo Feroz 
Tenia arrendado el Meson del Lobo Feroz, en el centro de Madrid, cerca de la Plaza de Oriente; concretamente, en la calle Lucientes. Se habia hecho con el en 1986, gracias a la insistencia de su madre, que tenia una buena relacion con el propietario, el subcomisario de polici­a Candido Morales. En un principio lo lleva junto con su hermano Fernando, pero en el verano del 87 ya haci­a un tiempo que era el unico encargado.

Lo de entrar en el Lobo Feroz era un intento mas de enderezar su vida. Nada. Se habia transformado en un bebedor habitual, y pasaba practicamente todo el di­a entre botellas. Con la angustia de la escasez de clientes y las largas horas tras la barra, Santiago se daba a beber cubatas con ansiedad.

El alcohol exacerbaba sus problemas. El peor de todos, con ser grave no haber encontrado un oficio que le sirviera para independizarse de su madre, con la que compartia vivienda, era su complejo con las mujeres. Probablemente nunca tuvo una relacion sentimental satisfactoria. Ni siquiera con su madre.



El Crimen
Mari Luz Varela
Dado que es incapaz de mantener una relacion normal, se habia aficionado a las prostitutas y los burdeles. Con un problema añadido: ademas de su deficiente predisposicion al contacto sexual por sus desarreglos emocionales, la bebida le ha convertido casi en impotente. Asi que Santiago contrata a las meretrices y, llegado el momento de satisfacer su deseo, como no le es posible, se niega a pagar, por lo que protagoniza constantes incidentes en los prostibulos. De hecho, en varios acabaron por negarle la entrada.

Aquel 22 de agosto de 1987 Santiago habi­a empezado la mañana con algunas copas de coñac; a la hora del aperitivo ingirio mas alcohol, y prosiguia durante toda la comida, como era habitual en el, con abundante vino. Al terminar, mas coñac. En el meson, desde las siete de la tarde, estuvo dandole al cubalibre segun testigos.

Cerro temprano, porque sufria una ansiedad particular: sentia la necesidad de buscar a una mujer; sentia el miedo antiguo de quedarse como siempre, frustrado, y la esperanza de obtener al fin una satisfaccion completa. Se dirigia andando a la calle de la Cruz, una de las vias madrileñas tradicionalmente ocupadas por prostitutas. El lobo estaba al acecho.
 

Se acerco a Mari Luz Varela, que trataba de mantenerse tiesa en un portal tras arrimarse un chute de heroina. El lobo le pidio un trabajito fino, y la ingenua lumi le acompaña a su guarida, al meson de las muertes.

Santiago pugnaba con la enorme borrachera que llevaba encima para abrir la puerta del local. Ya en el interior, Mari Luz, que teni­a prisa por volver a la faena, puesto que veia que se le iba la noche con un solo cliente, no tardo en quitarse la ropa. Santiago, que se habia preparado una copa, bebio con ansia antes de acercarse. De creer su version de los hechos, al principio todo se desarrollo como otras veces: fue incapaz de conseguir una respuesta sexual adecuada. Por eso empezo a pegar e insultar a Mari Luz, que apenas se defendia; incluso pareci­a aceptar de una forma masoquista y resignada los golpes.


El furor del lobo fue en aumento: excitado por la violencia, y mientras senti­a una punta de morboso placer, echo mano del cuchillo jamonero, que hundio una y otra vez en el cuerpo de Mari Luz, sin que los quejidos de esta alertaran a los vecinos, hartos de los ruidos del meson. Cuando la mujer ya ni se estremeci­a por las cuchilladas, Santiago, ebrio y loco de excitacion, perdio la consciencia.

Al despertar se encontraba bañado en sangre. Sin querer darse cuenta de lo que habia pasado, se quito como pudo las manchas, se bebio el ultimo cubata y se marcho a dormir a su casa. Al dia siguiente regreso y mantuvo el local cerrado al publico, mientras limpiaba y se deshacia del cuerpo. Habi­a sangre en abundancia y un hedor a muerte casi insoportable. Santiago bajo el cuerpo al sotano y lo enterro, envuelto en plastico bajo una capa de yeso. Para disimular, coloco encima una tela de arpillera y unas cajas de cerveza vacias.

Su cabeza estaba abotargada y sus sentimientos embotados, pero aun asi­ se sintio incapaz de ponerse a trabajar como si no hubiera sucedido nada. Se sentia aturdido, asqueado, pero en el fondo alentaba una oscura excitacion. En ese estado, adelanto su marcha a la boda de su hermano, que se casaba en Elche, y no volvio hasta el 5 de septiembre.

Santiago volvio a sacar el lobo a pasear el Dia del Pilar. Volvio a la calle de la Cruz, y volvio a contratar una prostituta; esta vez, una morena cuarentona que gastaba el nombre de guerra de Teresa. El procedimiento fue el mismo: hundio el cuchillo jamonero en el cuerpo de la mujer en cuanto esta comenzo a desvestirse.

Nunca se supo la identidad de Teresa. Nadie reclamo su cuerpo, ese cuerpo que Santiago emparedo con unas losetas debajo del hueco de la escalera.

El 23 de diciembre, vuelta a la calle de la Cruz. Santiago contrato entonces los servicios de Araceli Fernandez. Pero esta opuso resistencia en el meson y consiguio desviar el cuchillo jamonero. Araceli armo tal trifulca que aparecio la polici­a. Sin embargo, los agentes acabaron creyendo la version de Santiago: "la chica habia entrado a robar".

A los pocos di­as, Santiago devolvio el meson a su dueño, que lo mantuvo cerrado hasta que lo vendio, a finales de 1988. Fue durante las obras de reforma cuando un albañil que trabajaba debajo de la escalera del sotano descubrio el cadaver momificado de Teresa. Despues aparecio el de Mari Luz.

La polici­a rastreo a los inquilinos del local hasta dar con Santiago, el Legionario. No tardaron mucho en hacerle confesar. Sus sangrientos recuerdos no le dejaban en paz. En el juicio que se siguio contra el, fue condenado a 72 años de carcel por tres asesinatos, uno de ellos en grado de tentativa.





 NOTAS DEL DOCTOR REVERTE COMA
Colaborador en la resolucion del caso del Antropologo.


  "El Legionario". SANTIAGO SANJOSÉ PARDO. Asesino múltiple.

Autor de los tres crímenes (uno frustrado) del Mesón del "Lobo Feroz" de la calle de Lucientes de Madrid.

Me fueron remitidos dos cadáveres de mujeres al Laboratorio de Antropología Forense de la Escuela de Medicina Legal de Madrid, en los que pude determinar edad, sexo, estatura, raza, data de la muerte, lesiones causales de la muerte por arma blanca y un perfil psicológico del posible asesino cuyas características eran: complejo de Edipo no resuelto, odio a la madre, alcoholismo, sadismo, ensañamiento, un modus operandi similar en todos los casos, su objetivo era matar prostitutas, impotencia sexual, entrenamiento militar previo. Hallé pistas eminentemente policiales aparte de las antropológico-forenses que llevaron a su detención.

Interrogado, confesó sus crímenes, alegrándose de haber sido detenido, pues de no hacerlo "hubiera seguido matando". En el informe anoté detalles como el haber sido asesinadas las dos mujeres vestidas de cintura hacia arriba y desnudas de cintura para abajo, determiné la fauna cadavérica entomológica, en una propia del verano y en la otra de comienzos de invierno. La fuerza con que fueron dadas las puñaladas y el molde dejado por el cuchillo que atravesó el hemitórax izquierdo a la altura del corazón saliendo por detrás del omoplato en los dos casos (de los típicos de cortar jamón en los restaurantes) me permitió determinar que era de un solo filo, así como la longitud (25 cm de largo de hoja) y su anchura.
Fue juzgado y condenado a 75 años de prisión.

Notas de Prensa del Caso:

En 1991 Condena
La Audiencia Provincial de Madrid ha condena en 1991 a Santiago San José Pardo a 72 años y cuatro meses de cárcel por asesinar y emparedar a dos prostitutas en el mesón El Lobo Feroz, situado en la calle de Lucientes de la capital, en el año 1987. El tribunal le considera autor de dos delitos de asesinato, de otro asesinato en grado de frustración y de dos delitos de inhumación ilegal, con la concurrencia de la circunstancia atenuante de enajenación mental.


La sentencia establece también que Santiago San José indemnice a las dos hijas de una de las víctimas, María Luz Varela Alonso, con 15 millones de pesetas, y con igual cantidad a los herederos de la otra rnujer emparedada, que no ha podido ser identificada aún. El condenado deberá pagar 50.000 pesetas a Araceli Fernández Regadera, una tercera prostituta, a la que provocó lesiones cuando intentó asesinarla.La sentencia reconoce que San José tenía disminuidas sus facultades mentales cuando perpetró los asesinatos, pero puntualiza que esta disminución no le eximía de la responsabilidad de sus actos. La resolución judicial recuerda que Santiago San José, El Legionario, a quien en 1984 le fue diagnosticada una esquizofrenla paranoide en el hospital militar de Melilla, era además alcohólico, lo que le provocaba, entre otros trastornos, impotencia sexual y agresividad.
En la relación de hechos probados se relata que a finales del mes de agosto de 1987, San José, después de cerrar el mesón de El Lobo Feroz, que regentaba desde dicierribre de 1986, se dirigió a la madrileña calle de la Cruz, donde concertó los servicios como prostituta de María Luisa Varela.
El tribunal considera probado que ambos regresaron al mesón, donde la mujer comenzó a desvestirse. Cuando ésta se había desnudado de cintura para abajo, El Legionario cogió un cuchillo de grandes dimensiones, "de los que utilizaba para cortar jamón", y se lo clavó a María Luz, que se encontraba de espaldas, causándole la muerte inmediata. Una vez cometido el crimen, Santiago San José trasladó el cuerpo al sótano del local.

Tela de arpillera

Pocos días después limpió la sangre, cubrió el cadáver con una tela de arpillera y con bolsas de plástico y tapó el cuerpo con yeso, maderas.y cajas de cerveza.El 12 de octubre del mismo año, San José se dirigió de nuevo a la calle de la Cruz, donde acordó con una mujer no identificada la realización del acto sexual. Los hechos se desarrollaron de forma similar a los anteriores, escondiendo en esta ocasión el cadáver bajo la escalera del sótano y tapándolo después con losetas y madera.
El 23 de diciembre de 1987 se dirigió también a la calle de la Cruz y acordó un servicio con la prostituta Araceli Fernández, a quien también intentó acuchillar. Esta mujer logró escapar de la agresión, aunque resultó con heridas leves.
Los cuerpos de las dos mujeres emparedadas se descubrieron el 23 de enero de 1989, cuando el nuevo propietario del establecimiento, que había sido traspasado en diciembre de 1987, acometió obras de reforma en el sótano donde se hallaban ocultos los cuerpos.
La sentencia rechaza el argumento de la defensa de El Legionario, que argumentó que éste tenía totalmente anuladas sus facultades mentales. El tribunal recuerda que el ahora condenado reconoció los hechos en sus primeras declaraciones al ser detenido.



La Noticia en la Actualidad facilitada via Mail extraida de EL PAIS (01/08/2010)

En enero de 1989, unos albañiles hallaron los cuerpos de dos meretrices en el sótano de un mesón de Madrid. El homicida fue condenado a 72 años de cárcel. Solo cumplió 15. Libre ya, ha trabajado de guarda de seguridad en Málaga

Te doy cinco mil pesetas y te pago el taxi de vuelta". Fue lo único que necesitó aquel hombre para convencer a Araceli Fernández Regadera de que le acompañara hasta su bar. Araceli, una joven de veintipocos años, llevaba media vida prostituyéndose en la calle de la Cruz, a dos pasos de la Puerta del Sol madrileña. Aquella madrugada del 22 de diciembre de 1987, vísperas de Navidad, era fría y había pocos clientes. Ante el señuelo de las cinco mil pesetas, no dudó en echar a andar tras aquel hombre. Él era Santiago San José Pardo, de 31 años, bigotudo, ex legionario y con aspecto de ser un tipo hosco.


Santiago y Araceli se encaminaron a la calle de Luciente, una rúa estrecha próxima al mercado de la Cebada. Entraron en un portal. Él introdujo una llave en una puerta y accedieron al interior de un local con una barra de bar y unas cuantas mesas y sillas. En el exterior, sobre la puerta de entrada de dos hojas, había un rótulo con letras góticas: Mesón del Lobo Feroz. Santiago había alquilado el inmueble -que originariamente había sido un club de alterne y descorche- a un subcomisario de policía amigo de su madre.

(Santiago ha cumplido con la sociedad, se ha rehabilitado, y hace un par de años detuvo a un ladrón en un comercio)

Para caldear el encuentro, la pareja se echó al coleto un par de pelotazos de ron con limón. Después, Araceli fue hacia la zona del comedor y se quitó los pantalones, dispuesta a satisfacer el deseo sexual del cliente. ¿A qué andar con remilgos si ella sabía a lo que había ido a aquel lugar?
-Aguarda un momento, que voy a coger una cosa.
Araceli se sentó mientras Santiago iba hacia la barra del bar en busca de esa cosa. En un abrir y cerrar de ojos, el tipo bigotudo de cara ancha y mirada desafiante volvió sobre sus pasos empuñando un cuchillo jamonero. Araceli, asustada, se levantó como un resorte y logró agarrar el filo del arma evitando que le atravesara el pecho.
-¡Puta! ¡No grites porque no te va oír nadie!, gruñó el enfurecido sujeto, que siguió lanzando cuchilladas a la prostituta.
Sacando fuerzas de flaqueza, medio aturdida por la hemorragia de sus manos y de su cara, la mujer dio un empujón que hizo caer al agresor, momento en que ella echó a correr sin resuello hacia la puerta. El atacante volvió a lanzarse contra Araceli, que logró desarmarle a costa de llevarse otra cuchillada que le rajó la palma de la mano. Pese a eso, el ex legionario le apretó el cuello tratando de estrangularla.
El griterío y la fiereza de la pelea alertaron a una vecina del local, que telefoneó a la policía. Los agentes llegaron justo en el momento en que Araceli estaba acorralada. Justo en el instante en que el furibundo mesonero le proponía un trato: "Devuélveme las cinco mil pesetas y te marchas... Y no digas nada a nadie".
El ulular de sirenas quebró el silencio de la noche. Los bomberos tuvieron que derribar la puerta porque Santiago se negaba a abrir. Cuando al fin los policías le tuvieron cara a cara, le colocaron los grilletes y se lo llevaron preso a la comisaría.

El juez que se ocupó del caso ordenó su ingreso en prisión, pero el agresor no permaneció allí demasiado tiempo. Al salir libre, ya no volvió al mesón, sino que trabajó de agente judicial interino en Mejorada del Campo (Madrid), después de portero de una finca y más tarde de delineante.
Trece meses después de la agónica agresión sufrida por Araceli, unos albañiles que reformaban el mesón del Lobo Feroz hicieron un macabro descubrimiento: los cadáveres de dos mujeres, momificados y emparedados en el sótano. Si Araceli no hubiera presentado la feroz resistencia que presentó, es muy probable que sus huesos habrían acabado sepultados junto a los de esas otras dos infelices.
Los restos estaban en tan mal estado que el juez determinó que fuesen enviados a una eminencia de la antropología forense: el doctor José Manuel Reverte Coma. Este, un apasionado del estudio de los huesos, concluyó que ambas chicas habían sido asesinadas cuando estaban desnudas solo de cintura para abajo y que las dos habían muerto atravesadas por el filo de un jamonero de 25 centímetros. Y, además, trazó un perfil psicológico del asesino: tenía que ser un hombre con complejo de Edipo, con odio hacia su madre, alcohólico, sádico, impotente sexual y con algún tipo de adiestramiento militar (a tenor de cómo manejaba el cuchillo).
Una de las dos emparedadas resultó ser Mari Luz Varela Alonso, una prostituta de 22 años, madre dos hijos, a la que el ex legionario había contratado el 22 de agosto de 1987 en la misma calle de la Cruz. Su madre, Angelines, había presentado una denuncia por desaparición seis días después. El cotejo de huellas dactilares permitió identificarla con seguridad y rapidez.
La segunda mujer emparedada era otra meretriz que también hacía la calle en la misma zona de Madrid. Unas prostitutas la conocían por Josefa. Otras por Teresa. A saber cuál era su nombre verdadero. Jamás ha sido identificada. Lo único que aclaró la policía es que la víctima fue asesinada el 12 de octubre de 1987 (dos meses después que Mari Luz y dos meses antes de que Araceli estuviera a punto de engrosar el sórdido cementerio creado por Santiago San José en el sótano del mesón).
En marzo de 1989, la Brigada de Policía Judicial de Madrid detuvo a Santiago San José como presunto autor del doble homicidio. Confesó los crímenes y admitió que había emparedado a las víctimas usando arpillera y yeso que había comprado en un almacén de la calle del Humilladero.
En enero de 1991, la Sección Sexta de la Audiencia de Madrid sentenció al homicida a 72 años de prisión por el doble asesinato y la salvaje agresión sufrida por Araceli Fernández. Los magistrados respaldaron la opinión que había expresado el fiscal antes de concluir el juicio: "Es verdad que es un psicópata y un bebedor, pero su psicopatía no disminuye su responsabilidad penal".
A la vista de la severa sentencia -dura lex, sed lex- el abogado del condenado, Manuel Boto Escamilla, presentó un recurso ante el Tribunal Supremo basándose en que su cliente había actuado de forma tan sanguinaria por tener las facultades mentales anuladas a causa del alcoholismo. Pero unos meses después, este decidió asumir su culpa y dejar las cosas como estaban.
En aquellas fechas, Santiago estaba preso en Herrera de la Mancha (Ciudad Real). Había decidido estudiar BUP y trabajar en la biblioteca del penal, lo que le iba a permitir reducir buena parte de su condena.

La efímera fama de Santiago se apagó con el fin del proceso judicial. Desde entonces, jamás volvió a saberse nada del asesino del Lobo Feroz. Ni siquiera mereció unas líneas en la prensa su puesta en libertad, en el año 2004, tras haber extinguido su pena, según fuentes penitenciarias. Los asesinatos del mesón del Lobo Feroz forman parte de la historia negra de Madrid, igual que los crímenes del señorito calavera José María Jarabo, que mató a dos hombres y dos mujeres en 1958 cerca del Retiro, o el crimen de la calle de Fuencarral acaecido en el año 1888.
El local que antes fue el mesón del Lobo Feroz lo ocupa hoy un taller de confección, vestuario, pasarela y alta costura, cuyas empleadas ignoran -o hacen como que ignoran- que allí fueron asesinadas y emparedas dos mujeres hace 22 años.
¿Y qué fue de Santiago San José? Es un hombre libre, que ha pagado su culpa con la sociedad y que nunca más ha vuelto a delinquir. Después de haber vivido hasta hace cinco años en una vieja casa que hoy es parte del Museo del Vidrio y el Cristal de Málaga, actualmente reside en una barriada obrera de esta ciudad.
Pocos saben en qué se ocupa hoy quien hace dos décadas acaparó muchas páginas de la prensa. Hace un par de años trabajó de vigilante de seguridad en un establecimiento de electrónica del centro comercial Larios, junto a la estación de ferrocarril malagueña. Dicen que hasta fue felicitado por sus jefes tras haber sorprendido a un ladrón en el comercio. Todo apunta, pues, a que está rehabilitado. El lobo se ha convertido en cordero.

Fuente: Recibido via Mail para Criminal Descubierto
Fuente Real Noticia: EL PAIS

1 comentario: