A la tradicional tipología criminalística hay que añadir nuevos métodos basados en la utilización de la tecnología moderna que abarca casi todos los campos de la actividad humana. Hoy día, la mayoría de esos avances están a disposición del gran público y, como consecuencia, también de los delincuentes. La labor preventiva y de investigación de los hechos delictivos, tradicionales o modernos no se puede quedar atrás. Es imprescindible contar con una policía especializada que pueda disponer de los medios técnicos y materiales más avanzados para combatir el delito con garantías de éxito. La seguridad de todos lo demanda y no existe otra partida presupuestaria más necesaria y con la que la ciudadanía esté más de acuerdo que con ésta.
Cuando esta periodista visitó las dependencias de la Policía Científica, varias cosas le llamaron poderosamente la atención: el buen clima de trabajo y camaradería que existe entre sus integrantes, el entusiasmo y el orgullo que cada uno de ellos siente por su especialidad particular, la absoluta dedicación a su trabajo y la alta preparación técnica de la que hacen gala. Es un mundo apasionante, desconocido por el gran público, que, aunque someramente por la escasez de espacio, pretendemos dar a conocer.
Todo empieza en el departamento de Inspecciones Oculares, donde el inspector jefe Máximo Carretero, nuestro Grissom español, hace de cicerone para nosotros. Nos explica que en su sección se investigan los rastros fríos basándose en la recopilación que han recogido los cuerpos policiales de las distintas localidades buscando qué más se puede hacer. “Muchas de las veces que nos requieren es por asuntos atrasados, enquistados, de muy difícil solución y a los que se ha de aplicar, para su esclarecimiento, tanto los últimos avances científicos como los conocimientos que aporta la experiencia”. Cuando se llega al lugar de los hechos, el Departamento de Tecnologías de la Imagen fotografía y graba todo aquello que pueda ser de interés. Después se combinan rigor, imaginación e intuición. “Normalmente, cuando analizamos los delitos a posteriori, nos damos cuenta de que eran simples, y nosotros les hemos dado tantas vueltas... Siempre tendemos a creer que los autores hacen maravillas, que cometen concienzudos delitos, pero, al final, todo se reduce a la navaja de Occam”, señala Carretero. Dicho así, parece una tarea sencilla, pero las investigaciones para llegar a tal conclusión llevan detrás un minucioso trabajo.
Para empezar, si hay cadáver, se explora en busca de insectos y artrópodos (ya que son capaces de detectar presencias de restos cadavéricos a kilómetros de distancia), se recogen y se envían al área de Entomología, donde se procede a su análisis. Este método permite realizar una estimación del intervalo post mórtem, es decir, el tiempo que el individuo lleva muerto. Los insectos realizan una metamorfosis completa pasando por distintos estadios a lo largo de su desarrollo desde huevo a adulto. Estos ciclos revelan cuánto llevan sobre el cadáver, lo que permite establecer el tiempo que el sujeto lleva fallecido con una exactitud de breves franjas temporales.
A su vez, el cadáver se envía al área de Estudios de Restos Mortales, enmarcada en el Departamento de Antropología, donde se procede a la identificación de los cuerpos. Cuando llega un interfecto, éste se sumerge en agua hirviendo y productos desinfectantes. Después, se procede a la toma de sus huellas dactilares; a su estudio antropométrico, que ayudará a determinar el sexo, estatura, raza o edad, y al examen odontológico, porque la boca es como la caja negra de los organismos. Ahí es donde se localizan los datos ante mórtem, con los que se pueden hacer comparaciones de datos.
Si con los tres pasos anteriores no se consigue nada sunstancial, se le hace una toma de muestra de ADN y se envía al laboratorio de Biología-ADN. Determinar cualquier huella genética resulta ser un elemento relevante para la resolución de casos; sin embargo, encontrar ADN en la escena del crimen no significa necesariamente identificar a quien cometió el delito; cualquiera que frecuentó la zona pudo haber dejado sus propias huellas. Hacen falta otros indicios para poder señalar a un sospechoso. “Muchas veces son las mujeres decepcionadas con sus parejas las que más ayudan en la investigación -explica Carretero-. Recuerdo un caso donde teníamos relacionados dos crímenes a través del ADN. Fue la mujer del asesino la que lo acusó de haber mostrado signos sospechosos el día que se cometió uno de los crímenes, lo que llevó a relacionarlo con sendos casos”.
Para detección de sangre, el luminol es un gran avance. Es un derivado del ácido ftálico que se utiliza en química forense para detectar trazas de sangre, ya que ésta cataliza la oxidación con peróxido de hidrógeno bajo la emisión de luz. De este modo, si la sangre cayó al suelo, por mucho que el asesino trate de limpiarla, este producto revelará dónde quedan gotas de sangre. Este avance fue introducido en España por los componenetes de la Sección de Inspecciones Oculares.
Por su parte, las huellas del cadáver y las encontradas en el escenario se envían al SAID (Sistema Automático de Identificación Dactilar), donde se escanean, se procesan en el sistema y se marcan una serie de características sobre las mismas. El ordenador facilita una lista de candidatos con la que el experto debe observar si entre ellos está la persona que se busca. Actualmente, la base de datos dispone de tres millones de personas detenidas en España. El sistema que está en explotación desde hace un año es el Cogent Systems: el equipo más fiable del mundo y cuyo coste es de 10 millones de euros. En 2009, el total nacional de huellas resueltas relacionadas con hechos delictivos fue de 13.656.
Para la identificación de sospechosos o desaparecidos, la Policía cuenta con el Grupo de Estudios Fisonómicos, especializado en el estudio de rasgos de las personas. Se trata de una herramienta de gran utilidad en aquellas investigaciones en las que no se dispone de una imagen real del delincuente o se busca a una persona que lleva años desaparecida. Según se conozca o no la identidad de la persona buscada, los retratos robot se denominan indubitados o dubitados, respectivamente. Estos últimos corresponden, por ejemplo, a los que se realizan con grabaciones en un cajero.
Si hubiera armas o balas en el lugar de los hechos, éstos se remiten a la sección de Balística Forense. Adolfo Busta, inspector jefe de Balística, nos explica que el área operativa estudia las características de fabricación del arma, tales como la marca o el calibre. Pero es la tarea identificativa la más interesante. A través del microscopio se observan aquellas marcas que relacionen la bala con un arma concreta. De esta manera se puede saber la procedencia del disparo, los antecedentes balísticos del arma, cuántas han intervenido en el caso, así como relacionar distintos delitos entre sí si en ellos se empleó el mismo instrumento. El microscopio criminológico balístico de identificación permite una observación simultánea de dos casquillos.
La sala de tiro es un complemento importante en el desempeño de estas tres tareas, ya que es ahí donde se reproducen las circunstancias del disparo con el arma sospechosa de un delito para ayudar a esclarecer los hechos.
En el área de trazas instrumentales se estudian aquellos objetos no relacionados con armas pero que necesitan de la misma maquinaria que se emplea en Balística. Por ejemplo, analizar matrículas falsas, pisadas, neumáticos. Actualmente hay 4.500 asuntos sin identificar en España.
Tal vez una de las salas más atractivas de esta sección sea su museo de armas, cuya pieza más antigua data del siglo xviii. Para la Policía, más que un museo, es una fuente importante de información cuyo fin último es ayudar en las investigaciones, pero lo cierto es que su colección de armas del mercado negro, Guerra Civil, ETA, Segunda Guerra Mundial... es impresionante. Quizá lo más curioso sea su espacio dedicado a armas de fabricación propia, donde el ingenio de sus creadores queda patente en pistolas hechas en la cárcel con tuberías (véase la imagen de la página 35) o tubos de acero que jamás harían sospechar de la función real para la que han sido hechos.
El departamento de Acústica Forense trabaja con el sonido desde varias vertientes, según nos indica el facultativo Carlos Delgado. Una de ellas, y posiblemente la más complicada, es la del pasaporte vocal, es decir, cuando no se dispone de sospechosos, por ejemplo, en un secuestro. A través de la voz del criminal, puede conocerse desde el área geográfica a la que pertenece hasta su nivel de estudios, o si tiene alguna patología. El procesado de señales, por su parte, se emplea para lo que comúnmente se denomina “limpiar las grabaciones”, una técnica que también se usa para voces distorsionadas.
Nada se escapa al meticuloso análisis de estos policías. Así, los documentos y el arte se estudian en el departamento de Documentoscopia. El inspector jefe José Miguel Sánchez diferencia varias áreas: la grafoscopia, que examina la escritura manuscrita con el fin de identificar al autor. Esta sección cuenta con un grupo especializado en terrorismo, que funciona a nivel central, y en el que se estudian comunicados de extorsión de ETA, documentación y, con los nuevos acontecimientos, se están incorporando expertos en árabe. También se revisa la propiedad industrial e intelectual, por ejemplo, averiguando si cierta ropa, reloj o joyas están falsificados. Viendo la maquinaria de que dispone este área, parece imposible falsificar un documento. Tal vez por eso, antes “falsificar era un trabajo de artesanos y hoy es un asunto de mafias”, apunta Sánchez.
La inspectora jefe María Jesús Llorente está al frente del departamento de Informática Forense, cuyo cometido es analizar el contenido de soportes digitales, dispositivos electrónicos o terminales de telefonía móvil, intervenidos con ocasión de la comisión de un acto delictivo, extraer las evidencias que sirvan de prueba judicial y presentarla en el informe pericial. Esta sección analiza, por un lado, el software, cuyos delitos más habituales son el de pornografía infantil, falsedad documental, amenazas, injurias...; y por otro lado, la electrónica, para casos de falsificación de tarjetas o estafas, entre otros. Un técnico de este grupo diseñó un sistema para recuperar la información que almacenan los skimmers (falsos lectores de bandas magnéticas que se acoplan en los cajeros) y así poder saber la numeración de las tarjetas que han sido copiadas. La importancia de la recuperación de estos datos viene dada por ser este departamento el pionero en Europa en desarrollar un programa de estas características.
Por último, el departamento de Infografía reproduce, mediante animaciones en 3D, la escena del crimen según los indicios que se hayan ido averiguando. Para ello, disponen de modernos avances, tales como un escáner capaz de reproducir el interior de una habitación en tres dimensiones; o software informático que permite crear vídeos de reconstrucción de hechos o panorámicas de 360 grados.
Después del largo recorrido por cada una de las dependencias de esta Unidad de Policía Científica, se saca el convencimiento de que nuestra seguridad está en buenas manos. Aquí se trata de investigar la conducta dolosa producida por una mente humana que puede ser muy poderosa; la lucha, en definitiva, contra un cerebro criminal que pone las condiciones del cómo, dónde y cuándo. Es como una partida de ajedrez entre los batas blancas y el negro criminal. Jaque mate. Ganan las blancas.
Fuente: Intereconomia.com Los insectos que hay en el cadáver revelan el momento del asesinato
Todo empieza en el departamento de Inspecciones Oculares, donde el inspector jefe Máximo Carretero, nuestro Grissom español, hace de cicerone para nosotros. Nos explica que en su sección se investigan los rastros fríos basándose en la recopilación que han recogido los cuerpos policiales de las distintas localidades buscando qué más se puede hacer. “Muchas de las veces que nos requieren es por asuntos atrasados, enquistados, de muy difícil solución y a los que se ha de aplicar, para su esclarecimiento, tanto los últimos avances científicos como los conocimientos que aporta la experiencia”. Cuando se llega al lugar de los hechos, el Departamento de Tecnologías de la Imagen fotografía y graba todo aquello que pueda ser de interés. Después se combinan rigor, imaginación e intuición. “Normalmente, cuando analizamos los delitos a posteriori, nos damos cuenta de que eran simples, y nosotros les hemos dado tantas vueltas... Siempre tendemos a creer que los autores hacen maravillas, que cometen concienzudos delitos, pero, al final, todo se reduce a la navaja de Occam”, señala Carretero. Dicho así, parece una tarea sencilla, pero las investigaciones para llegar a tal conclusión llevan detrás un minucioso trabajo.
Para empezar, si hay cadáver, se explora en busca de insectos y artrópodos (ya que son capaces de detectar presencias de restos cadavéricos a kilómetros de distancia), se recogen y se envían al área de Entomología, donde se procede a su análisis. Este método permite realizar una estimación del intervalo post mórtem, es decir, el tiempo que el individuo lleva muerto. Los insectos realizan una metamorfosis completa pasando por distintos estadios a lo largo de su desarrollo desde huevo a adulto. Estos ciclos revelan cuánto llevan sobre el cadáver, lo que permite establecer el tiempo que el sujeto lleva fallecido con una exactitud de breves franjas temporales.
A su vez, el cadáver se envía al área de Estudios de Restos Mortales, enmarcada en el Departamento de Antropología, donde se procede a la identificación de los cuerpos. Cuando llega un interfecto, éste se sumerge en agua hirviendo y productos desinfectantes. Después, se procede a la toma de sus huellas dactilares; a su estudio antropométrico, que ayudará a determinar el sexo, estatura, raza o edad, y al examen odontológico, porque la boca es como la caja negra de los organismos. Ahí es donde se localizan los datos ante mórtem, con los que se pueden hacer comparaciones de datos.
Si con los tres pasos anteriores no se consigue nada sunstancial, se le hace una toma de muestra de ADN y se envía al laboratorio de Biología-ADN. Determinar cualquier huella genética resulta ser un elemento relevante para la resolución de casos; sin embargo, encontrar ADN en la escena del crimen no significa necesariamente identificar a quien cometió el delito; cualquiera que frecuentó la zona pudo haber dejado sus propias huellas. Hacen falta otros indicios para poder señalar a un sospechoso. “Muchas veces son las mujeres decepcionadas con sus parejas las que más ayudan en la investigación -explica Carretero-. Recuerdo un caso donde teníamos relacionados dos crímenes a través del ADN. Fue la mujer del asesino la que lo acusó de haber mostrado signos sospechosos el día que se cometió uno de los crímenes, lo que llevó a relacionarlo con sendos casos”.
Para detección de sangre, el luminol es un gran avance. Es un derivado del ácido ftálico que se utiliza en química forense para detectar trazas de sangre, ya que ésta cataliza la oxidación con peróxido de hidrógeno bajo la emisión de luz. De este modo, si la sangre cayó al suelo, por mucho que el asesino trate de limpiarla, este producto revelará dónde quedan gotas de sangre. Este avance fue introducido en España por los componenetes de la Sección de Inspecciones Oculares.
Por su parte, las huellas del cadáver y las encontradas en el escenario se envían al SAID (Sistema Automático de Identificación Dactilar), donde se escanean, se procesan en el sistema y se marcan una serie de características sobre las mismas. El ordenador facilita una lista de candidatos con la que el experto debe observar si entre ellos está la persona que se busca. Actualmente, la base de datos dispone de tres millones de personas detenidas en España. El sistema que está en explotación desde hace un año es el Cogent Systems: el equipo más fiable del mundo y cuyo coste es de 10 millones de euros. En 2009, el total nacional de huellas resueltas relacionadas con hechos delictivos fue de 13.656.
Para la identificación de sospechosos o desaparecidos, la Policía cuenta con el Grupo de Estudios Fisonómicos, especializado en el estudio de rasgos de las personas. Se trata de una herramienta de gran utilidad en aquellas investigaciones en las que no se dispone de una imagen real del delincuente o se busca a una persona que lleva años desaparecida. Según se conozca o no la identidad de la persona buscada, los retratos robot se denominan indubitados o dubitados, respectivamente. Estos últimos corresponden, por ejemplo, a los que se realizan con grabaciones en un cajero.
Si hubiera armas o balas en el lugar de los hechos, éstos se remiten a la sección de Balística Forense. Adolfo Busta, inspector jefe de Balística, nos explica que el área operativa estudia las características de fabricación del arma, tales como la marca o el calibre. Pero es la tarea identificativa la más interesante. A través del microscopio se observan aquellas marcas que relacionen la bala con un arma concreta. De esta manera se puede saber la procedencia del disparo, los antecedentes balísticos del arma, cuántas han intervenido en el caso, así como relacionar distintos delitos entre sí si en ellos se empleó el mismo instrumento. El microscopio criminológico balístico de identificación permite una observación simultánea de dos casquillos.
La sala de tiro es un complemento importante en el desempeño de estas tres tareas, ya que es ahí donde se reproducen las circunstancias del disparo con el arma sospechosa de un delito para ayudar a esclarecer los hechos.
En el área de trazas instrumentales se estudian aquellos objetos no relacionados con armas pero que necesitan de la misma maquinaria que se emplea en Balística. Por ejemplo, analizar matrículas falsas, pisadas, neumáticos. Actualmente hay 4.500 asuntos sin identificar en España.
Tal vez una de las salas más atractivas de esta sección sea su museo de armas, cuya pieza más antigua data del siglo xviii. Para la Policía, más que un museo, es una fuente importante de información cuyo fin último es ayudar en las investigaciones, pero lo cierto es que su colección de armas del mercado negro, Guerra Civil, ETA, Segunda Guerra Mundial... es impresionante. Quizá lo más curioso sea su espacio dedicado a armas de fabricación propia, donde el ingenio de sus creadores queda patente en pistolas hechas en la cárcel con tuberías (véase la imagen de la página 35) o tubos de acero que jamás harían sospechar de la función real para la que han sido hechos.
El departamento de Acústica Forense trabaja con el sonido desde varias vertientes, según nos indica el facultativo Carlos Delgado. Una de ellas, y posiblemente la más complicada, es la del pasaporte vocal, es decir, cuando no se dispone de sospechosos, por ejemplo, en un secuestro. A través de la voz del criminal, puede conocerse desde el área geográfica a la que pertenece hasta su nivel de estudios, o si tiene alguna patología. El procesado de señales, por su parte, se emplea para lo que comúnmente se denomina “limpiar las grabaciones”, una técnica que también se usa para voces distorsionadas.
Nada se escapa al meticuloso análisis de estos policías. Así, los documentos y el arte se estudian en el departamento de Documentoscopia. El inspector jefe José Miguel Sánchez diferencia varias áreas: la grafoscopia, que examina la escritura manuscrita con el fin de identificar al autor. Esta sección cuenta con un grupo especializado en terrorismo, que funciona a nivel central, y en el que se estudian comunicados de extorsión de ETA, documentación y, con los nuevos acontecimientos, se están incorporando expertos en árabe. También se revisa la propiedad industrial e intelectual, por ejemplo, averiguando si cierta ropa, reloj o joyas están falsificados. Viendo la maquinaria de que dispone este área, parece imposible falsificar un documento. Tal vez por eso, antes “falsificar era un trabajo de artesanos y hoy es un asunto de mafias”, apunta Sánchez.
La inspectora jefe María Jesús Llorente está al frente del departamento de Informática Forense, cuyo cometido es analizar el contenido de soportes digitales, dispositivos electrónicos o terminales de telefonía móvil, intervenidos con ocasión de la comisión de un acto delictivo, extraer las evidencias que sirvan de prueba judicial y presentarla en el informe pericial. Esta sección analiza, por un lado, el software, cuyos delitos más habituales son el de pornografía infantil, falsedad documental, amenazas, injurias...; y por otro lado, la electrónica, para casos de falsificación de tarjetas o estafas, entre otros. Un técnico de este grupo diseñó un sistema para recuperar la información que almacenan los skimmers (falsos lectores de bandas magnéticas que se acoplan en los cajeros) y así poder saber la numeración de las tarjetas que han sido copiadas. La importancia de la recuperación de estos datos viene dada por ser este departamento el pionero en Europa en desarrollar un programa de estas características.
Por último, el departamento de Infografía reproduce, mediante animaciones en 3D, la escena del crimen según los indicios que se hayan ido averiguando. Para ello, disponen de modernos avances, tales como un escáner capaz de reproducir el interior de una habitación en tres dimensiones; o software informático que permite crear vídeos de reconstrucción de hechos o panorámicas de 360 grados.
Después del largo recorrido por cada una de las dependencias de esta Unidad de Policía Científica, se saca el convencimiento de que nuestra seguridad está en buenas manos. Aquí se trata de investigar la conducta dolosa producida por una mente humana que puede ser muy poderosa; la lucha, en definitiva, contra un cerebro criminal que pone las condiciones del cómo, dónde y cuándo. Es como una partida de ajedrez entre los batas blancas y el negro criminal. Jaque mate. Ganan las blancas.
Autora: Eva Costo.
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