El caso de la envenenadora Yiya Murano dejó sin aliento a más de uno. Si alguien alguna vez dudo de la frialdad de la mujer ante la necesidad de dinero, indudablemente fue Yiya quien logró enterrar cada una de esas dudas y hacer notar que el sexo femenino es capáz de cualquier cosa para lograr su objetivo
La serie Mujeres Asesinas de la productora Pol-Ka, representa el éxito televisivo del momento en Argentina. El programa hace ficción con los casos más espeluznantes de los últimos años en dicho país, y en cuyas protagonistas reales encontramos solamente Mujeres. El caso de María de las Mercedes Bolla Aponte de Murano, abrió la nueva temporada de la serie y el papel de Yiya fue interpretado por la actriz Nacha Guevara.
Marisa Grinstein, periodista egresada de la Universidad Nacional de la Plata, no dudó un segundo la idea de publicar los terribles asesinatos en papel. Sus dos libros, titulados “Mujeres Asesinas” y “Mujeres asesinas 2” (al igual que la serie) nos hacen erizar cada centímetro de piel a medida que los vamos repasando con la vista y nos despiertan ciertos interrogantes, esos que solamente aquellas que han cometido el ilícito podrán contestar.
Quienes tuvieron el agrado (?) de conocer a María de las Mercedes, afirman que por alguna extraña razón ella lograba que todos creyeran cada palabra que emitía de su boca. Yiya era la mejor embaucadora de todas, ya que toda la evidencia que presentaba al momento de inventar relatos, era su poder de convencimiento.
Si bien se mostraba como una persona pudiente y culta, la realidad de Yiya era totalmente opuesta a esa. Era una mujer que carecía de una educación fuerte y sus problemas económicos iban en aumento, ya que derrochaba el dinero que no tenía para comprar prendas importadas de las mejores y más reconocidad marcas y joyas. El ruido que representaba la presencia de Yiya en un lugar, era sin lugar a dudas el sonido producido por el agite de todas sus pulseras.
Compartía su deprimente vivienda de dos ambientes llena de muebles viejos y paredes húmedas con su marido, un abogado civilista.
Sus amigas, a manera de chiste, solían criticar a Yiya en su ausencia a razón de sus excesivos gastos. Pero Yiya, con su poder de convencimiento, logró engañar a cada una de ellas haciéndoles creer que era una genia para invertir dinero y que tenía la fórmula secreta para incrementar los inereses de manera sobrenatural, más de lo que puede dar un simple banco. Así consiguió que tres de sus amigas mas íntimas pusieran todo su dinero en sus manos. Ahora Yiya era la inversora de sus allegadas (que habían quitado todos sus ahorros del banco para confiárselo a cambio de pagarés).
Yiya solía salir asiduamente con su prima, Carmen Zulema del Giorgio de Venturini, quien tiempo atrás había enviudado. El marido de Carmen era un importante empresario de YPF que había dejado, tras su muerte, una importante suma de dinero para que a su viuda y a su hija (quien vivía con ella) no les faltara nada.
La viuda y Murano, solían intercambiar regalos: Carmen le regalaba plantas a Yiya, quien a cambio le ofrecía unas suculentas masitas de crema que ella misma preparaba. Solían frecuentar juntas diferentes lugares, hasta que un enero de 1979 Yiya convenció a su prima para que le confíe la suma de veinte millones de pesos (de aquella época) que le daría a “su amigo abogado de Mar del Plata” para que se los multiplique de manera rápida y ventajosa. Según el pagaré que Murano firmó, el 27 de marzo del mismo año, le devolvería cada centavo incluídos los intereses.
El 24 de marzo, Carmen Zulema del Giorgio de Venturini, comenzó a sentir un imparable malestar que la hizo salir de su departamento rápido para pedir ayuda. El dolor pudo más y la hizo caerse y rodar por las escaleras del edificio golpeándose cada una de las partes de su cuerpo. José Gonzales, el encargado del edificio, no dudo en llamar a una ambulancia. Mientas todos los vecinos alterados salieron a ver que ocurría, Yiya de la manera más natural le pidió a José una copia de las llaves del departamento de su prima, justificando su intromisión en un “Necesito su libretita para avisar a los parientes”.
Días después mientras el portero declaraba, afirmó delante de los policias que la Sra. Murano había ingresado al departamento y que al salir llevaba consigo un frasquito y unos papeles, y que mientras buscaba se lamentaba en voz alta “Dios mio, es la tercera amiga que se me muere en poco tiempo”.
El certificado de defunción de Carmen indicaba un paro cardíaco no traumático. Pero la hija de Venturini se presentó días después en la comisaría para denunciar que su departamento, el día del fallecimiento, había sido revuelto, asegurando que faltaba un pagaré que le acreditaría un dinero el día 27 de marzo. La denuncia logró que la carátula del caso fuera cambiada de muerte natural a muerte dudosa. Tras pedir la exhumación del cadaver, se detectaron restos de cianuro alcalino en las papilas del estómago de Carmen. La primera sospechosa fue Yiya Murano y los policias comenzaron a investigarla.
Descubrieron que en el departamento 20, contiguo al de Yiya, vivía su amiga Nilda Gamba, quien había muerto de manera imprevista el 11 de febrero de ese mismo año.
El 10 de febrero, Nilda, había ido a cenar a la casa de los Murano, donde se quedó hasta la una de la mañana. Nunca más fue vista con vida. El portero notó algo raro en la vida monótona de la víctima: Todas las mañanas, ni bien el diariero dejaba el periódico en su puerta, Nilda abría la puerta para recogerlo. Ese día se hizo tarde y nunca salío de su apartamento. El portero también recordó haber oído a Gamba llegar muy tarde a su casa. Un poco paranóico llamo a un vecino, Jesús García, y entre ambos intentaron abrir la puerta sin suerte. Más tarde, cuando la policía logró entrar al departamento de Nilda, la encontró tirada boca abajo apretándo su estómago con la mano izquierda. El certificado de defunción describía un paro cardíaco. Al exhumar el cadaver también, al igual que Carmen, se encontraron restos de cianuro alcalino y Murano le debía dinero.
“Me parece que la Murano las envenena con sus masitas dulces. Ambas fallecidas tenían esas masitas en la heladera” sostuvo uno de los investigadores del caso.
Leila Formisano de Ayala, amiga íntima de Yiya, compartío un viaje con la misma a Mar del Plata. El día 19 de febrero de 1979 Murano pasó a buscar a Leila por su departamento de la costa, mientras salían se cruzaron con Carlos Alberto Zamora, el portero de dicho edificio.
Una hora después, Yiya regresó sola al edificio buscando “desesperadamente” a su amiga. Ante la ausencia del portero, le pregunto a la esposa del mismo, Matilde Elena Fuentes, si había visto por ahí a su amiga Leila. “Pero si salió con usted”, le dijo la mujer. “Claro, ya sé, pero ella tuvo que volver porque no se sentía nada bien”. Ante la propuesta de la mujer de Carlos Alberto Zamora de ir a tocar el timbre a Leila, Murano se negó “No, no la quiero molestar. Mejor que se quede descansando”. Yiya volvió esa noche a buscar a su amiga para informarle que había comprado las entradas para el cine de ambas, pero no tuvo suerte.
Pasados 3 días de absoluto desconocimiento del paradero de Leila, los porteros llamaron a un vecino e intentaron abrir la puerta. Como había un pasador cerrado por dentro no tuvieron suerte. Horas más tarde, la policia ingresó por el balcón contiguo al departamento de Leila Formisano de Ayala, quien también había entregado a Yiya dinero para invertir, estaba muerta frente al televisor hacía tres días, y también tenía masitas de crema en la heladera. En su estómago también había restos de cianuro alcalino.
El 27 de abril de 1979, María de las Mercedes Bolla Aponte de Murano, fue detenida en su domicilio. No se negó ni puso resistencia. Su causa la estudiaba el juez de primera instancia Diego Peres. La carátula: Homicidio en grado de reiteración.
En los interrogatorios, Yiya jamás admitió haber matado a sus amigas y su justificativo fue “Pero por favor, si yo no se cocinar, ¿Cómo les voy a preparar masitas envenenadas? Reconoció haberles pedido dinero, pero a manera de favor.
Murano fue alojada en la cárcel de Ezeiza. Tenía una excelente con todas las presidiarias que llegaron a adorarla y sostenían que era una buena mujer. En cambio el fiscal Mario de la Vega Pizarro tenía otra idea y pedía prisión perpetua para Yiya.
El 6 de Mayo de 1980 una guardiacárcel encontró tirada a Yiya en su celda con un dolor insoportable. La trasladaron al hospital Pirovano donde la operaron por un derrame cerebral. Antes de operarse pidió lapiz y papel para contar su historia. Jamás admitió ser culpable. La operación resultó exitosa.
El 15 de junio de 1982 Murano, luego de 3 años y 45 días detenida, sale en libertad, a pedido de su abogado defensor.En 1993 se le conmutó la pena por 25 años de prisión por homicidio calificado por envenenamiento y estafas. Fue puesta nuevamente en libertad el 20 de noviembre de 1995, luego de 16 años de encierro. Hasta el 3 de febrero del 2003 disfrutó de su libertad condicional.
Martín Murano, hijo de Yiya, desmiente a su madre que sostiene incansablemente su inocencia. “Ella me dijo que era culpable, que había matado, lo cual conté en mi libro sobre ella. Pero no la ví desde que salió, ni pienso verla. No me interesa”
La serie Mujeres Asesinas de la productora Pol-Ka, representa el éxito televisivo del momento en Argentina. El programa hace ficción con los casos más espeluznantes de los últimos años en dicho país, y en cuyas protagonistas reales encontramos solamente Mujeres. El caso de María de las Mercedes Bolla Aponte de Murano, abrió la nueva temporada de la serie y el papel de Yiya fue interpretado por la actriz Nacha Guevara.
Marisa Grinstein, periodista egresada de la Universidad Nacional de la Plata, no dudó un segundo la idea de publicar los terribles asesinatos en papel. Sus dos libros, titulados “Mujeres Asesinas” y “Mujeres asesinas 2” (al igual que la serie) nos hacen erizar cada centímetro de piel a medida que los vamos repasando con la vista y nos despiertan ciertos interrogantes, esos que solamente aquellas que han cometido el ilícito podrán contestar.
Si bien se mostraba como una persona pudiente y culta, la realidad de Yiya era totalmente opuesta a esa. Era una mujer que carecía de una educación fuerte y sus problemas económicos iban en aumento, ya que derrochaba el dinero que no tenía para comprar prendas importadas de las mejores y más reconocidad marcas y joyas. El ruido que representaba la presencia de Yiya en un lugar, era sin lugar a dudas el sonido producido por el agite de todas sus pulseras.
Compartía su deprimente vivienda de dos ambientes llena de muebles viejos y paredes húmedas con su marido, un abogado civilista.
Sus amigas, a manera de chiste, solían criticar a Yiya en su ausencia a razón de sus excesivos gastos. Pero Yiya, con su poder de convencimiento, logró engañar a cada una de ellas haciéndoles creer que era una genia para invertir dinero y que tenía la fórmula secreta para incrementar los inereses de manera sobrenatural, más de lo que puede dar un simple banco. Así consiguió que tres de sus amigas mas íntimas pusieran todo su dinero en sus manos. Ahora Yiya era la inversora de sus allegadas (que habían quitado todos sus ahorros del banco para confiárselo a cambio de pagarés).
Yiya solía salir asiduamente con su prima, Carmen Zulema del Giorgio de Venturini, quien tiempo atrás había enviudado. El marido de Carmen era un importante empresario de YPF que había dejado, tras su muerte, una importante suma de dinero para que a su viuda y a su hija (quien vivía con ella) no les faltara nada.
La viuda y Murano, solían intercambiar regalos: Carmen le regalaba plantas a Yiya, quien a cambio le ofrecía unas suculentas masitas de crema que ella misma preparaba. Solían frecuentar juntas diferentes lugares, hasta que un enero de 1979 Yiya convenció a su prima para que le confíe la suma de veinte millones de pesos (de aquella época) que le daría a “su amigo abogado de Mar del Plata” para que se los multiplique de manera rápida y ventajosa. Según el pagaré que Murano firmó, el 27 de marzo del mismo año, le devolvería cada centavo incluídos los intereses.
El 24 de marzo, Carmen Zulema del Giorgio de Venturini, comenzó a sentir un imparable malestar que la hizo salir de su departamento rápido para pedir ayuda. El dolor pudo más y la hizo caerse y rodar por las escaleras del edificio golpeándose cada una de las partes de su cuerpo. José Gonzales, el encargado del edificio, no dudo en llamar a una ambulancia. Mientas todos los vecinos alterados salieron a ver que ocurría, Yiya de la manera más natural le pidió a José una copia de las llaves del departamento de su prima, justificando su intromisión en un “Necesito su libretita para avisar a los parientes”.
Días después mientras el portero declaraba, afirmó delante de los policias que la Sra. Murano había ingresado al departamento y que al salir llevaba consigo un frasquito y unos papeles, y que mientras buscaba se lamentaba en voz alta “Dios mio, es la tercera amiga que se me muere en poco tiempo”.
El certificado de defunción de Carmen indicaba un paro cardíaco no traumático. Pero la hija de Venturini se presentó días después en la comisaría para denunciar que su departamento, el día del fallecimiento, había sido revuelto, asegurando que faltaba un pagaré que le acreditaría un dinero el día 27 de marzo. La denuncia logró que la carátula del caso fuera cambiada de muerte natural a muerte dudosa. Tras pedir la exhumación del cadaver, se detectaron restos de cianuro alcalino en las papilas del estómago de Carmen. La primera sospechosa fue Yiya Murano y los policias comenzaron a investigarla.
Descubrieron que en el departamento 20, contiguo al de Yiya, vivía su amiga Nilda Gamba, quien había muerto de manera imprevista el 11 de febrero de ese mismo año.
El 10 de febrero, Nilda, había ido a cenar a la casa de los Murano, donde se quedó hasta la una de la mañana. Nunca más fue vista con vida. El portero notó algo raro en la vida monótona de la víctima: Todas las mañanas, ni bien el diariero dejaba el periódico en su puerta, Nilda abría la puerta para recogerlo. Ese día se hizo tarde y nunca salío de su apartamento. El portero también recordó haber oído a Gamba llegar muy tarde a su casa. Un poco paranóico llamo a un vecino, Jesús García, y entre ambos intentaron abrir la puerta sin suerte. Más tarde, cuando la policía logró entrar al departamento de Nilda, la encontró tirada boca abajo apretándo su estómago con la mano izquierda. El certificado de defunción describía un paro cardíaco. Al exhumar el cadaver también, al igual que Carmen, se encontraron restos de cianuro alcalino y Murano le debía dinero.
“Me parece que la Murano las envenena con sus masitas dulces. Ambas fallecidas tenían esas masitas en la heladera” sostuvo uno de los investigadores del caso.
Leila Formisano de Ayala, amiga íntima de Yiya, compartío un viaje con la misma a Mar del Plata. El día 19 de febrero de 1979 Murano pasó a buscar a Leila por su departamento de la costa, mientras salían se cruzaron con Carlos Alberto Zamora, el portero de dicho edificio.
Una hora después, Yiya regresó sola al edificio buscando “desesperadamente” a su amiga. Ante la ausencia del portero, le pregunto a la esposa del mismo, Matilde Elena Fuentes, si había visto por ahí a su amiga Leila. “Pero si salió con usted”, le dijo la mujer. “Claro, ya sé, pero ella tuvo que volver porque no se sentía nada bien”. Ante la propuesta de la mujer de Carlos Alberto Zamora de ir a tocar el timbre a Leila, Murano se negó “No, no la quiero molestar. Mejor que se quede descansando”. Yiya volvió esa noche a buscar a su amiga para informarle que había comprado las entradas para el cine de ambas, pero no tuvo suerte.
Pasados 3 días de absoluto desconocimiento del paradero de Leila, los porteros llamaron a un vecino e intentaron abrir la puerta. Como había un pasador cerrado por dentro no tuvieron suerte. Horas más tarde, la policia ingresó por el balcón contiguo al departamento de Leila Formisano de Ayala, quien también había entregado a Yiya dinero para invertir, estaba muerta frente al televisor hacía tres días, y también tenía masitas de crema en la heladera. En su estómago también había restos de cianuro alcalino.
El 27 de abril de 1979, María de las Mercedes Bolla Aponte de Murano, fue detenida en su domicilio. No se negó ni puso resistencia. Su causa la estudiaba el juez de primera instancia Diego Peres. La carátula: Homicidio en grado de reiteración.
En los interrogatorios, Yiya jamás admitió haber matado a sus amigas y su justificativo fue “Pero por favor, si yo no se cocinar, ¿Cómo les voy a preparar masitas envenenadas? Reconoció haberles pedido dinero, pero a manera de favor.
Murano fue alojada en la cárcel de Ezeiza. Tenía una excelente con todas las presidiarias que llegaron a adorarla y sostenían que era una buena mujer. En cambio el fiscal Mario de la Vega Pizarro tenía otra idea y pedía prisión perpetua para Yiya.
El 6 de Mayo de 1980 una guardiacárcel encontró tirada a Yiya en su celda con un dolor insoportable. La trasladaron al hospital Pirovano donde la operaron por un derrame cerebral. Antes de operarse pidió lapiz y papel para contar su historia. Jamás admitió ser culpable. La operación resultó exitosa.
Martín Murano, hijo de Yiya, desmiente a su madre que sostiene incansablemente su inocencia. “Ella me dijo que era culpable, que había matado, lo cual conté en mi libro sobre ella. Pero no la ví desde que salió, ni pienso verla. No me interesa”
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