La hoguera que Bretón hizo en la finca ha pasado de ser considerada por el juez como una «pista falsa» a la clave del caso más mediático del último año
Sabían que
la hoguera jugaba un papel clave, que era fundamental en la investigación. Por eso, aunque las primeras pesquisas sentenciaban su descarte, las diligencias en torno a ella continuaron y no ha dejado de estar nunca en la mira del equipo encargado del caso. La Policía y el
juez Lainz estaban empeñados en dilucidar el qué, cómo y por qué de aquella virulenta fogata que el padre de los menores,
José Bretón, hizo el pasado 8 de octubre. Una pira que, hasta hoy, ha escondido entre sus cenizas el más terrible de los secretos.
La primera noticia sobre la hoguera prendió el 10 de octubre del pasado año, sólo dos días después de que el progenitor denunciase la desaparición de sus hijos en el Parque Cruz Conde. Los agentes de la Policía Científica y del Grupo de Homicidios que entraron por primera vez en la finca de Las Quemadillas, donde se pierde la pista de los hermanos, encontraron los rescoldos de lo que parecía ser una candela. En ella, calcinados, se adivinaban restos biológicos, «óseos», según confirmaron en su día fuentes cercanas a la búsqueda. Todas las alarmas saltaron. Por entonces, Bretón no estaba detenido, aunque sí se perfilaba ya como el principal sospechoso.
Pieza sin cuadrar
Tuvo que transcurrir un mes para descubrir los resultados de los análisis de aquellas pruebas. Así, el 10 de noviembre, se conocían las conclusiones que volvían a colocar en el limbo el paradero de los hermanos.
Los restos hallados pertenecían a «pequeños animales» y no eran humanos. Descartada en un principio como medio para hacer desaparecer los cuerpos de Ruth y José, el titular del Juzgado de Instrucción número 4 de Córdoba trató de averiguar por qué Bretón encendió esa fogata, y, tras las pertinentes pesquisas, se percató de que algo fallaba. Primero, porque no cuadraba en la historia del acusado el hecho de que la tarde del 8 de octubre hiciera, así, por las buenas, una hoguera. El propio juez se preguntó en su día que si Bretón tenía la intención de arrojar dos bolsas con objetos de su exmujer, Ruth Ortiz, a los contenedores próximos a la finca -tal y como aparece registrado en las imágenes de las cámaras de seguridad de la zona-, ¿porqué se le ocurrió encender un fuego?
Además, lo hizo en un lugar inusual (en plena plantación de naranjos y entre dos de ellos), distinto al que la familia solía emplear para tal menester, «hasta el punto de recibir incluso la reprimenda de su hermana Catalina por tal motivo».
Así, Lainz profundizó en la materia. En su auto de 9 de febrero, puso de manifiesto que los datos facilitados por la Agencia de Medio Ambiente, en el contexto del desarrollo del Plan Infoca, demostraban que la primera referencia visual del fuego se tuvo a las 17.07 horas del día de autos. Pero el padre de los menores aseguró que estuvo recogiendo cosas y prendiendo la fogata desde que llegó a la casa (a las 13.53 horas). «Trató, así, de llenar de contenido las casi tres horas y media que estuvo en la finca», decía el juez.
De cualquier forma, «si hacemos caso a su declaración, en la que dijo que sobre las 17.15 horas fue despertado por sus hijos, tras haber estado durmiendo un rato -entre 15 ó 20 minutos-, llegamos a la conclusión de que simplemente falta a la verdad».
Y es que la forma en la que se prendió el fuego «es descontrolada, posiblemente, fruto de la prisa, hasta el punto que el encartado llega a dar lugar a que hojas de los naranjos cercanos llegaran a prender, a riesgo incluso de provocar un incendio en la parcela». Por ello, «lo que hace José es disponer para otros menesteres» de todo ese tiempo «y conseguir su premeditada acción de hacer desaparecer a sus hijos. No es creíble bajo ningún concepto que prendiendo fuego a la hoguera sobre las 17.00 horas, se vaya a dormir la siesta y a las 17.26 salga de la parcela», apuntaba Lainz en su escrito.
Al seguir habiendo tantas aristas oscuras en torno a la fogata, el togado consideró «indispensable» realizar una «investigación más exhaustiva» sobre la datación y circunstancias en las que Bretón prendió fuego a la hoguera. Sobre todo, después de descubrir que el único imputado en la causa había adquirido semanas antes a la desaparición de los pequeños 140 litros de gasóleo.
Así, pidió que se determinase la presencia de cualquier acelerante o combustible, y solicitó, incluso, que se aclarase «el grado de temperatura a que pudieran haberse expuesto los materiales quemados, así como el tiempo durante el que los rescoldos o cenizas pudieran haber elevado una elevada temperatura», teniendo en cuenta el tiempo de posible ignición, entre las 14.00 y las 17.00, y las horas nocturnas en las que se comprobó que los rescoldos aún permanecían calientes, las 0.00 ya del día 9 de octubre.
De igual modo, el juez demandó a los agentes encargados del caso fijar qué clase de objetos, fibras o materiales, además de madera, pudieron haber sido objeto de la combustión.
Los resultados le llevaron a pensar que Bretón había utilizado la candela para «despistar», como una posible «pista falsa», que hace pensar que el padre de Ruth y José «pudiera haber planteado una estrategia dirigida a confundir, demostrando una frialdad extrema en una forma de actuar que podría presuponer una premeditación absoluta». Entre ellas, destaca el hecho de que desconectara su móvil el día de los hechos, cuando estuvo ilocalizable entre las 13.50 horas -cuando llegó a su parcela en Las Quemadillas- y las 18.08, hora a la que intercambió mensajes con su hermano.
Nada más lejos de la realidad. Lo que los agentes buscaban, la prueba clara, macabra e irrefutable que durante más de 10 meses se ha resistido estaba ahí, a plena vista, la de que los niños entraron el 8 de octubre para no salir nunca más.
Fuente: ABC