José Bretón presenta el perfil de un psicópata en un análisis de su grafía

En el estudio realizado de la grafía de José Bretón, llama la atención el orden con el que se escriben los renglones de texto, incluso con puntos y aparte subordinados entre párrafos. A pesar de una situación desesperada en la que, en teoría, un padre está pidiendo que busquen a sus hijos desaparecidos, el texto se mantiene invariable. No hay señales de derrumbe emocional o angustia, como líneas caídas o espacios irregulares entre palabras. Los grafemas se realizan a modo de una redacción escolar escrita en una libreta pautada. Todo ello, en una carta que ocupa prácticamente todo el papel.

Observamos un elemento muy propio de los psicópatas: la frialdad emocional. Si superponemos algunas de las palabras coincidentes estampadas al inicio y al final del texto, comprobamos la plena concordancia entre ellas. Pero es que además, esto se da también en otro tipo de palabras que deberían tener una clara relevancia para el autor, como cuando se refiere a sus hijos. Pues bien, en la superposición de trazos puede verse la total concordancia entre grafemas (incluso distancia en los acentos), en unas palabras de tanta carga afectiva para un padre.
Bretón es un hombre de familia. La M en guirnaldas con dos montes así lo atestigua. En la sociedad actual no es frecuente encontrar M con dos montes, siendo la tendencia a realizarlas en uno solo. Sin embargo, en este caso vemos el enorme apego que el sujeto tiene a su entorno familiar.

Los puntos en forma triangular son propios de neuróticos, que fantasean continuamente, mientras que la carta sin firmar, indica que el individuo no asume la responsabilidad de lo que afirma. Es un elemento de ocultación.

El orden y control con el que José Bretón pretendía mantener su vida, se tambaleó definitivamente con la separación de su pareja. De este modo, en su razonamiento psicopático encontró la mejor forma de hacer daño a su mujer. Pero, ¿es tan extraño este comportamiento que nos parece de por sí aberrante?

Un psicópata es un imbécil emocional. Carece de empatía y en una conversación en la que el otro interlocutor está enviando mensajes no verbales y solicita una retroalimentación (o feed-back), se verá en serios apuros para seguir el ritmo. El no siente emociones, las finge.

Antepone sus objetivos a cualquier otra consideración de índole moral. No importa el daño que pueda causar, no nos olvidemos que carecen de empatía, ya que los resultados son lo único que cuenta. Un psicópata es un depredador, un tiburón. ¿Les suenan estos términos? El psicólogo criminalista Vicente Garrido, en su libro “El psicópata, un camaleón en la sociedad actual” Ed. Algar. 2003, estima que un 2% de la población son psicópatas puros. Pero podemos estar tranquilos: sólo un pequeño porcentaje llegará a asesino en serie.

Y es que un psicópata, a pesar de que parece probado cierto determinismo genético “Congreso Internacional sobre Psicópatas y Asesinos en Serie” Valencia, 1999, acabará desarrollándose plenamente sólo si considera que puede realizar sus actos con cierta impunidad.

Nuestra sociedad actual, con la cultura del pelotazo que fomentamos entre todos, donde se admira a los individuos por su poder económico, sin importar mucho como lo han conseguido, o donde se inculca la idea a los jóvenes de que pueden hacer o tener todo lo que les apetezca, está fracasando en este sentido. Llegamos a tal nivel de perversión, que se realizan series, libros o películas basadas en psicópatas (con los que de alguna manera buscan identificarnos), tales como Dexter o American Psycho. Existe una pretensión por parte de Hollywood, como sucedió en su día con los mafiosos en los filmes y series basadas en el crimen organizado, de considerar al psicópata como un chico un tanto travieso con un comportamiento “un poco especial”.

Curiosamente, en una crisis económica tan profunda como la padecemos, se han roto muchos de estos estereotipos. Las enormes injusticias sociales, el sufrimiento de nuestros vecinos, la idea de que “no todo vale” está calando profundamente en la conciencia del país. Los jóvenes, lo mejor que tiene una sociedad, nos están dando a todos una lección de empatía, altruismo y valores morales. No podemos desaprovecharla.

ARTICULO DE:  Luis Alamancos
FUENTE: MUNDIARIO
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