Ese día amaneció como tantos otros en la pequeña localidad pacense de Puerto Hurraco, aldea que por aquel entonces contaba con unas 200 almas. Los meses de verano esa cifra se ve incrementada por familiares y amigos de los residentes que acuden a disfrutar durante las vacaciones estivales de paz y tranquilidad.
Sus habitantes estaban lejos de imaginar que ese pueblo de vida tranquila se convertiría en un escenario macabro de sangre y muerte cuando los hermanos Antonio y Emilio Izquierdo, familia de la vecina localidad de Monterrubio de la Serena, conocidos como los "pata-pelá", aparecieron en la céntrica calle Carrera, la más concurrida, y comenzaron a disparar sus escopetas contra todo aquello que se moviera.
La mañana de ese fatídico domingo los hermanos Izquierdo llenaron con abundante cantidad de cartuchos los bolsillos de sus chalecos, camisas y pantalones. Después agregaron las cananas. En total iban cargados con más de 300 cartuchos de postas, de los que se utilizan para cazar jabalís. A continuación cogieron 2 escopetas Franchi semiautomáticas de 5 disparos cada una, y con el arma al hombro salieron de su domicilio dirigiéndose a desayunar. Dijeron a la empleada de la fonda, y a unos conocidos que se cruzaron en el camino, que iban a cazar tórtolas.
Los Izquierdo salieron del bar, subieron en su furgoneta y cogieron la carretera que conduce desde Monterrubio hasta Puerto Hurraco, a sabiendas que los domingos todo el pueblo pasea por la Avenida principal o se sienta a la puerta de su casa, costumbre sabidamente rural y que pensaban aprovechar.
A pesar del calor reinante permanecieron desde primeras horas de la mañana hasta la 10:30 de la noche en los alrededores de la población, como si montasen guardia para que no se escapase alguna presa. A esa hora entraron por detrás de la aldea, desde donde oían el murmullo de la calle. La gente paseaba; los chillidos y las risas de los niños destacaban entre el resto de las voces; todos disfrutaban del ocio dominical. El escenario estaba servido, y la tragedia muy próxima.
Antonio y Emilio divisaron a dos niñas de 13 y 14 años de edad, sobrinas del que fuera la primera víctima de la familia Izquierdo hacía ya 31 años, en 1959, cuando Jerónimo Izquierdo asesinó a Amadeo Cabanillas durante una discusión por un asunto relacionado con unas tierras lindantes.
Sin mediar palabra apuntaron con sus escopetas a las pequeñas y apretaron los gatillos. Las hermanas cayeron desplomadas. Fue sólo el principio; comenzaron los disparos de forma indiscriminada contra quien se cruzara en su camino.
Un momento de la detención de uno de los asesinos. Foto Interviu.
Las hermanas Izquierdo. Supuestas instigadoras de la matanza. Foto Interviu.
El espectáculo de las calles era desolador. Había charcos de sangre por todas partes, cadáveres, heridos que gemían y suplicaban ayuda; otros agonizaban. Entretanto, los Izquierdo seguían buscando presas y disparaban contra todos los que querían ayudar, contra los que pretendían entrar o salir del pueblo, contra todo ser viviente...
En un momento determinado Manuel Benítez cargó su coche con heridos e intentó sin éxito salir del pueblo. Los asesinos acribillaron el coche y Manuel salvó la vida milagrosamente al agacharse a tiempo, pero no tuvieron tanta suerte los ocupantes del vehículo que murieron en el acto.
Con pasmosa sangre fría los hermanos asesinos recorrían lentamente las calles de la localidad. La Guardia Civil fue alertada y sobre las 11 apareció la primera dotación, que provenía del Puesto de Monterrubio. Los Agentes ocupantes del vehículo policial no tuvieron tiempo de descender del mismo; ambos fueron alcanzados por los disparos de los homicidas, hiriendo gravemente en el pecho a uno de ellos y en la rodilla al otro. Era el aviso de que la cosa iba en serio y que estaban dispuestos a todo.
A las 11:30 aproximadamente acudieron 14 miembros más. Pero ya era tarde; alertados, los autores habían huido a un monte cercano, entre los cerros del Jibe y Los Castillejos.
Media hora más tarde la cifra de agentes llegados a Puerto Hurraco ascendía a más de 200 que a pie, en vehículos todo-terreno y con la ayuda de un helicóptero registraron la zona. Pero no fue hasta la mañana siguiente cuando consiguieron dar con los hermanos Izquierdo y detenerlos.
Uno de ellos comentó en su captura: "si no me llegáis a detener, habríamos vuelto a disparar durante el entierro de los muertos". Y lo dijo sin inmutarse.
Cuando el juez les preguntó por qué lo habían hecho Emilio respondió: "Ya nos hemos vengado. Ahora que sufra el pueblo". Porque ése era el motivo que los había llevado a querer eliminar prácticamente a un pueblo entero: la venganza.
Querían vengarse de la familia Cabanillas, a la que odiaban profundamente por considerar a sus miembros autores del incendio de la casa en que había muerto su madre en 1984, Tres años después de la matanza Emilio y Antonio Izquierdo fueron condenados a 345 años de cárcel cada uno.
Los hermanos Izquierdo permanecen en la prisión de Badajoz y apenas hablan. Sus hermanas, que fueron detenidas y acusadas como presuntas inductoras de la masacre, se encuentran en el Hospital Psiquiátrico de Mérida al descubrírseles una grave dolencia mental.
No se escriben y apenas se relacionan. Permanecen encerrados en si mismos, como si se sintiesen satisfechos por haber cumplido con el sangriento deber de vengar a su madre Isabel. O quien sabe si en su silencio ocultan el verdadero motivo de la masacre. Ignoran que con la matanza de Puerto Hurraco, en la que asesinaron a 9 personas y dejaron numerosos heridos, inscribieron sus nombres en una de las páginas más sangrientas de la historia del crimen en España.
0 comentarios:
Publicar un comentario