La vampira de Carrer Ponent. TOMO II

La vampira de Carrer Ponent. TOMO II
Continuamos...con esta segunda Parte...

Enriqueta Martí sembró de horror la Barcelona de 1912.
El relato de las dos niñas que liberó la policía fue recogido por la prensa de la época, y fue entonces que se dio a conocer la verdadera historia de esta mujer.
Secuestraba, prostituía y asesinaba a niños para extraerles la sangre, las grasas y el tuétano de los huesos y elaborar pócimas que sus clientes consideraban mágicas.

Continuación del TOMO I:
Cuando la policía registró el entresuelo de la calle de Poniente, quedaron todos horrorizados.
Los empleados del juzgado se quedaron atónitos cuando entre aquellas habitaciones sórdidas y malolientes descubrieron un suntuoso salón amueblado con exquisito gusto.
El mobiliario, las lámparas, el cortinaje, las butacas y los sofás eran muebles demasiado costosos.
En un armario encontraron dos trajecitos de niño y otros dos de niña, había incluso medias de seda y zapatitos a juego con los trajes.
También se hallaron pelucas rizadas y finos trajes de confección, aquellos que Enriqueta vestía en sus misteriosas salidas.
Un paquete de cartas llamó la atención de los funcionarios.
La mayoría estaban escritas en lenguaje cifrado, y abundaban en ellas las contraseñas y las firmas con iniciales.
Apareció también una lista, una relación de nombres, que posteriormente daría mucho que hablar a la opinión pública.
En la cocina encontraron el saco del que habían hablado las dos niñas y, efectivamente, contenía un trajecito de niño y un cuchillo ensangrentados.
En otra habitación descubrieron un saco de lona, aparentemente lleno de ropa sucia y vieja, pero en cuyo fondo había huesos de reducido tamaño que, posteriormente se confirmaría que pertenecían a niños.
Hasta 30 se contaron entre costillas, clavículas, rótulas.
Todos ellos presentaban la particularidad de que tenían señales de haber sido expuestos al fuego, lo que, según los médicos, excluía que pudieran servir para estudios anatómicos y hacía suponer que más bien los pobres niños habían sido sacrificados para extraer grasa de sus cuerpecitos.
Esta afirmación era en respuesta a la explicación que días más tarde daría Enriqueta justificando que había juntado aquellos huesos para estudios de anatomía.
Detrás un armario descubrieron la cabellera rubia de una niña de unos tres años.
La macabra expedición concluyó en una habitación cuya cerradura tuvieron que forzar y en la que aparecieron medio centenar de frascos, llenos de sangre coagulada, grasas, y el resto, con sustancias que fueron enviadas a un laboratorio para su análisis.
Junto a las pócimas había un libro antiquísimo con tapas de pergamino que contenía fórmulas extrañas y misteriosas.
Hallaron incluso un cuaderno grande, lleno de recetas de curandero para toda clase de enfermedades, escritas a mano, en catalán y con letra refinada.
A partir de dicho hallazgo, no se hablaba de otra cosa en la ciudad más que de Enriqueta Martí, y los principales periódicos nacionales, que por entonces se componían de unas 16 páginas, le dedicaban a diario un par de ellas para contar, como si fuera un folletín, las novedades del caso bajo titulares como: “Los misterios de Barcelona”.
Entre los testimonios de personas que trataron a Enriqueta o sufrieron sus actividades, se contaban historias tan dramáticas como la de una mujer de Alcañiz, que acababa de llegar a Barcelona a buscar trabajo con un bebé en brazos.
La buena mujer se sintió desfallecer y se sentó en el umbral de una casa.
Una desconocida, de tono amable, se le acercó (era Enriqueta).
-¡Qué nena tan bonita!, ¿quiere que le dé un rato el pecho?
-A mi hija nadie le da el pecho más que yo -respondió la madre.
-Pues a mí me gustaría dárselo. Me parece que lo que usted tiene es hambre. Vamos a esa lechería, que le pago un vaso de leche. ¡Pobre mujer! Traiga, que ya le llevaré yo a la niña.
Y la mujer, que estaba desfallecida de hambre, siguió a la desconocida y entró con ella en la lechería. Enriqueta pidió un vaso de leche y exclamó de repente:
-Pero le sentará mejor con pan. Espere, que ahora mismo lo traigo.
Salió con el bebé en brazos y nunca regresó.
Seis años tuvieron que pasar hasta que la desgraciada mujer de Alcañiz volviera a ver frente a ella, para identificarla, a la que le había robado a su hijo, de quién porsupuesto, no se hallaron rastros.
Ante semejantes pruebas, Enriqueta terminó reconociendo que era curandera y que vendía filtros y ungüentos.
“Confecciono remedios utilizando determinadas partes del cuerpo humano”. Y, de forma repentina, vociferó: “¡Que registren el piso! ¡Que piquen bien las paredes y encontrarán algo! Como sé que me subirán al patíbulo, quiero que conmigo suban los demás culpables”.
No tan sólo el piso de la calle de Poniente fue registrado a fondo, sino también los otros domicilios que Enriqueta había tenido durante los diez últimos años.
Y el resultado fue aterrador: en un piso de la calle de Picalqués fue descubierto un falso tabique que ocultaba un hueco en el que aparecieron más huesos, entre ellos varios de manos de niño.
En un piso de la calle de Tallers, en un escondrijo, hallaron huesos y dos cabelleras rubias de niñas de corta edad.
En una torre de Sant Feliu de Llobregat aparecieron libros de recetas y nuevos frascos con sustancias desconocidas.
Y finalmente, en el patio de una casa de la calle de los Jocs Florals de Sants, descubrieron el cráneo de un niño de unos tres años, que todavía presentaba adheridos a la piel algunos cabellos y una serie de huesos que los forenses reconocieron como pertenecientes a tres niños de tres, seis y ocho años.
Diez fueron las criaturas identificadas como víctimas de Enriqueta que se incluyeron en el sumario.
Los periódicos escribieron frases como: “Esos huesos hablan de crímenes bárbaros, y esos emplastos y esas curas, de supercherías medievales”.
Y Millán Astray, jefe superior de policía, definió a la Martí como “una neurótica que se creía curandera, un caso de bruja antigua que hubiera sido quemada en Zocodover”.
No cabe duda de que Enriqueta utilizaba a los niños que secuestraba en una explotación doble: como objetos de placer para sus degenerados clientes y como materia prima para elaborar sus pociones.
Llegó a especularse que el origen de las actividades como hechicera de Enriqueta podría estar en que “en una de esas orgías pederásticas, uno de los niños perdió la vida y a partir de aquel momento decidió extraerles la sangre y no desperdiciar ni siquiera el tuétano y los huesos de sus víctimas”.
En aquella época, la tuberculosis hacía estragos, y estaba muy extendida la creencia de que el mejor remedio para detenerla era beber sangre humana y aplicarse sobre el pecho cataplasmas de grasas infantiles.
Tan sólo dos años antes, un suceso había alarmado a España entera: el crimen de Gádor, en el que un curandero, Francisco Leona, había sacrificado a un niño de siete años, Bernardo González, para que el rico propietario Francisco Ortega curara la tisis que padecía bebiendo la sangre de la criatura y aplicándose sus “mantecas” sobre el pecho.
A nadie escapaba que tras los aberrantes crímenes de Enriqueta Martí tenía que haber personas con suficientes recursos económicos para satisfacer sus pervertidas necesidades.
Y es en ese punto donde aparece la famosa lista de nombres hallada en la calle Poniente, una lista de la que todo el mundo hablaba pero nadie conocía, una relación de nombres y domicilios en la que, se rumoreaba, figuraban médicos, abogados, comerciantes, algún escritor, políticos y otras personalidades.
La indignación y la furia comenzaron a apoderarse del pueblo de Barcelona, y la prensa más conservadora corrió a calmar los ánimos para evitar males mayores.
Así fue que se llegó a decir que “los nombres y domicilios contenidos en esta lista son de gentes conocidas por su amor a la caridad, gentes que fueron víctimas de los engaños de la hechicera, que las conocía por haber acudido a sus casas a pedir limosna”.
Pero cuando saltó la noticia de que Enriqueta había intentado cortarse las venas con una cuchara de madera en su celda de la prisión de Reina Amalia, la irritación popular se convirtió en cólera y las autoridades temieron que si fallecía estallara un motín, pues los hechos de la Semana Trágica de 1909 estaban cercanos.
Para evitar el suicidio de Enriqueta se tomaron todo tipo de precauciones. “La cama de la Martí está colocada frente por frente a las de sus tres compañeras de reclusión para que éstas no la pierdan de vista, cualquiera que sea la posición que aquélla adopte para dormir, y tienen orden de destaparle la cara si ven que se cubre la cabeza con las ropas de la cama para evitar que con sus dientes se seccione una vena de la muñeca”.
Sin embargo, el interés por el tema comenzó a decaer al no producirse nuevos descubrimientos macabros y entrar toda la investigación en una fase rutinaria y farragosa.
El periodista Luis Antón del Olmet concluía así la larga y espléndida serie de reportajes que dedicó al caso: “Estamos ante una de las criminales más tremendas y crueles de las que se tienen noticia. Movida por un fanatismo vesánico, ha ido matando niños durante diez años para sacarles las grasas y fabricar ungüentos. Es un caso inaudito, monstruoso, del que se hablará muchos años con estupor. Enriqueta Martí ha de tener leyenda, pero ¿será cosa de seguir glosando indefinidamente este suceso?”.
Y para rematar la pérdida de interés por el tema, a mediados de abril, un transatlántico se hundió tras chocar con un iceberg.
Se trataba del Titanic, y las noticias sobre aquel desastre apartaron definitivamente de las rotativas a la Vampira del Carrer Ponent.
Meses después se supo que Enriqueta Martí había fallecido en el patio de la cárcel linchada por sus compañeras presas.
Se especuló que antes de ser golpeada ya estaba muerta, envenenada por encargo de alguien interesado en su desaparición.
Nada pudo ser probado.
Lo único cierto es que nunca llegó a celebrarse el juicio, que aquellas personas que figuraban en la lista, “tan amantes de la caridad”, se vieron libradas del problema, y que Enriqueta Martí Ripollés se convirtió en leyenda.
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2 comentarios:

  1. muy buena informacion gracias pòr tu colaboracion

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  2. "El misterio de la calle Poniente" de Fernando Gómez (Huerga y Fierro Editores) y "Los diarios de Enriqueta Martí" de Pierrot (Morales y Torres S.L.)son dos lecturas interesantes para hacerse una idea de como era esta siniestra criminal.

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