
“…Me fascinaban los temas relacionados con la brujería y el ocultismo. En 1975 conocí a unos tipos que parecían simpáticos. Eran satanistas. Ingenuamente me uní al grupo, y empecé asistiendo a los rituales. Al principio no era más que un simple participante, pero muy pronto me convertí en un verdadero adorador del Diablo. Mi cuerpo y mente le pertenecían, yo me estaba convirtiendo en una máquina de matar…”.
“Los Demonios quieren chicas, azúcar, picante y todo lo que fascina. Soy el Demonio del Pozo sin Fondo aquí en la Tierra que viene a sembrar la confusión y el terror. ¡Soy Guerra, soy Muerte, soy Destrucción!”.
David Berkowitz
SU INFANCIA
David Berkowitz nació el 1 de junio de 1953, hijo de Betty Broder. Se había casado con un italo-americano llamado Tony Falca, a la edad de diecinueve años. Su marido la abandonó seis años más tarde por otra mujer. En 1947 comenzó un romance con un hombre casado, Joseph KIeinnman, que se dedicaba al negocio inmobiliario. Al decirle que estaba embarazada, él contestó que si quería que se siguiesen viendo, debía deshacerse del niño por lo que fue un hijo no deseado para su madre natural fue dado en adopcion. Fue adoptado por Nat y Pearl Berkowitz. Su madre adoptiva murió de cáncer cuando sólo tenía catorce años.

Era un niño tímido y con baja autoestima que trataba de proyectar una apariencia autosuficiente, mintiendo y causando problemas.
Su comportamiento alternaba constantemente momentos de extrema timidez, complejo de inferioridad y fuertes depresiones con arrebatos de ira y violencia extremas.
Tenia fama de niño consentido que se metía con todo el mundo.

Cuando el tenía 14 años, su madre adoptiva murió, y este hecho fue lo peor que le pudo pasar. En 1969, él y su padre se mudaron a la Co-op City del Bronx.
Las notas de David en la escuela cayeron en picado; parecía que había perdido totalmente el rumbo. Durante la adolescencia tuvo un comportamiento asustadizo y tímido con las chicas. Nunca abría la boca delante de ellas. La única chica con la que salió en toda su vida fue una vecina de Co-op City, Iris Gerhardt. A ella le gustaba su carácter cálido y servicial, y decía de él que “Dave era un chico que haría cualquier cosa por ti”.

David no tenía éxito con las mujeres, razón por la cual fue alimentando su odio contra ellas, además del recuerdo de su verdadera madre y su abandono, reforzaban este odio. Uno de sus amigos recordaría que David le propuso una vez unirse a un “Club de Odiadores de Mujeres”.
Cuando sus amigos empezaron a fumar marihuana, David se quedó fuera: estaba demasiado inhibido para participar.
"Mis padres estaban constantemente preocupados por mi comportamiento extraño. Sabían que yo vivía en un mundo imaginario y no podían hacer nada contra los demonios que me atormentaban y controlaban mi mente. Yo quería ayudar a la gente a ser importante”, dijo.
Como tantos otros asesinos múltiples, estaba poseído por la necesidad de ejercer algún poder sobre el resto de la gente.


Abandono el ejercito volviendo con su Padre. Su padre ya molesto con él, debido a su continuo alardear de sus nuevas ideologias religiosas, llegando a criticar al judaismo. David se situaba continuamente frente al espejo, golpeándose la cabeza con los puños. Suponemos que todo este conjunto de sucesos propicio el traslado de su Padre a Florida.

La mente del joven David, incapaz de asimilar tanta soledad, produjo que en su adolescencia comenzara a padecer de doble personalidad.
La vida en Co-op City se volvió tan desagradable para él que muy pronto se trasladó a su nuevo apartamento en el 2151 de Barnes Avenue, en el Bronx.
No todo parece ser tan malo en su vida
Desde que cumplió los siete años sabía que era un niño adoptado. La soledad lo impulsó a buscar a sus verdaderos padres. El registro de nacimientos indicaba que su verdadero nombre era el de Richard Falco, de Brooklyn. Gracias a una vieja guía telefónica consiguió dar con el número de su madre y su hermana mayor. Echó una postal en el buzón de su madre. A los pocos días ella le llamó. Fue un reencuentro emocionante. También vio a su hermana Roslyn, que en aquel momento tenía 37 años, y pronto se convirtió en un huésped bienvenido en la casa que compartía con su marido y sus hijos. David Berkowitz había encontrado una familia y parecía ser completamente feliz.Durante los primeros seis meses de 1976 las visitas de David fueron cada vez más infrecuentes y breves. A su hermana le preocupaban los dolores de cabeza de los que se quejaba David. En febrero se había mudado a la casa del señor y la señora Cassara en el lejano New Rochelle. Al cabo de dos meses abandonó este hogar de forma totalmente imprevista y se trasladó a Pine Sqeet, en Yonkers.
PRIMEROS PASOS DE UNA MENTE TRASTORNADA
Nochebuena de 1975
Aproximadamente a las 19:00 horas de ese día, David condujo hasta Co-op City. Subió y bajó en coche el boulevard hasta ver a una mujer joven de aspecto mexicano, aparco su coche y la siguio. La mujer salía que salia de un supermercado no se dio cuenta de que Berkowitz la seguia. En cuanto tuvo ocasion le asesto con un cuchillo en la espalda pero la mujer una vez hundida el arma blanca, se giro mirandolo mientras gemia de dolor intentado agarrarle por la muñecas, no esperando esta reacción Berkowitz dio media vuelta y echó a correr.Pero no quedo satisfecho y busco otra manera de saciarse. Ya de camino a su casa, vio a una adolescente de quince años, Michelle Forman. Ya tenia otra presa, y sigilosamente la alcanzó y comenzó a acuchillarla en la espalda y en la cabeza. Esta retorcida de dolor cayó al suelo, gritando por el inmenso dolor espanto a David que huyo corriendo como diablo desapareciendo del lugar. Michelle con las pocas fuerzas que le quedaban logro alcanzar la puerta de su casa, donde vivia con sus padres, pero se desvaneció al llegar.
Una de las puñalada que le habia alcanzado el Pulmon no fue suficiente gracias a Dios, para perpetrar el crimen ya que el resto de puñaladas asestadas no eran de gravedad, Michelle fue trasladada al hospital y tras siete dias hospitalizada recibia el alta.
Se desconoce la identidad de la tercera victima, ya que no formalizo denuncia.

Con la idea de mejorar su autoestima y al mismo tiempo vengarse de la sociedad en la que no terminaba de encajar, David se compra un revólver.
CAMINO HACIA LAS SOMBRAS

Poco a poco fue acercandose mas a ellos, he incluso se trasladó a Yonnkers, a menos de 200 metros de la casa de los Carr. Sam Carr era un anciano que poseía un perro negro llamado “Harvey”. David Berkowitz frecuentaba su casa constantemente, ellos confiaron en el y le ofrecieron unirse al grupo, a lo que David no pudo negarse por fin se sentia integrado, ya no estaba solo. Aunque parecia que su vida era normal, con su trabajo recien obtenido de cartero, no tardo en adornar las paredes de su casa con frases tales como: “En este agujero vive el Rey Malvado”; “Matar para el Amo”; “Convertiré a los niños en asesinos”.
A los veintitrés años comienza una serie de crímenes.Sus asesinatos sembraron el terror en Nueva York entre 1976 y 1977, tiempo en el que Berkowitz asesinó a seis personas y consiguió herir a otras siete.
El joven Berkowitz asesinaba sin razones, disparaba su revólver indistintamente a cualquier persona que se cruzaba en su camino, sin importarle raza, sexo o edad.
A medida que pasaba el tiempo fue ganando una estremecedora seguridad en sí mismo que lo transformó en un personaje frío y sin escrúpulos, a la vez que negligente a la hora de llevar a cabo sus crímenes.
LOS ASESINATOS E INVESTIGACIONES
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Donna Lauria |
Era la 1:00 aproximadamente cuando Donna se despidió de Jody y abrió la puerta del coche. Al hacerlo reparó en un hombre joven que se encontraba a unos cuantos pasos de distancia. Antes de que la puerta se abriera del todo el tipo metió la mano en una bolsa de papel marrón, sacó una pistola y se puso en cuclillas. “¿Pero qué quiere ese tipo?”, dijo Donna en voz alta, más sorprendida que asustada. Entonces el hombre disparó. Una bala la alcanzó en la parte derecha del cuello. La ventanilla se hizo añicos. Donna levantó la mano para protegerse la cara, pero otra bala le atravesó el codo y se quedó alojada en su antebrazo. La joven cayó sobre la acera.un hombre se acercó al coche sin pronunciar palabra, y disparó cinco veces, matando a las dos jovencitas.
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Jody Valente |
Otra bala más alcanzó la cadera de Jody; empezó a gritar, su cuerpo cayó hacia adelante y quedó con la cabeza presionando el claxon. Mike Lauria, el padre de Donna, bajaba en esos momentos por las escaleras para sacar de paseo al perro caniche de su hija. Escuchó los disparos. Salió corriendo. Encontró a Jody con la mano en el claxon gritando: “¡Nos han disparado!” Entretanto su mujer, en estado de shock, observaba toda la escena desde la ventana. Mike acompañó a su hija al hospital, pidiéndole que no se muriera. Pero ya estaba muerta. Jody también fue internada con un ataque de histeria. No obstante, fue capaz de darle a la policía una detallada descripción del asesino: un hombre sin barba, blanco, de pelo rizado y largo, de unos treinta años. Estaba segura de no haberlo visto nunca. También estaba segura de que no se trataba de ningún antiguo novio de Donna.
Los vecinos se habían fijado en un coche amarillo aparcado a una cierta distancia detrás del coche de Jody; pero había desaparecido cuando llegó la policía. La zona donde vivían los Lauria, el North Bronx, era un área predominantemente italiana. La primera idea de la policía fue que el ataque estaba en relación con la Mafia. Parecía ser un caso de asesinato a sueldo que había salido mal; un caso de equivocación de víctima. La investigación reveló que el arma del crimen era un revólver Bulldog del calibre .44, una pistola de tambor de cinco disparos diseñada para matar. De cerca puede hacer un notable agujero en una puerta, pero tiene mucho retroceso, y a más de cinco metros resulta un arma muy poco certera.
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Carl Denaro |
Se estacionaron frente a la casa de Rosemary y comenzaron a conversar, de repente, un hombre se acercó al coche y disparó cinco veces, pero solamente hirió a Carl en la cabeza, Rosemary condujo el vehiculo buscando ayuda.
Carl tenía cabello largo y negro que le llegaba hasta los hombros y estaba sentado en el asiento del copiloto. La persona que se acercó sigilosamente hasta el Volkswagen rojo pensó que era una chica. Esta vez llevaba el revólver del calibre .44 enfundado en el cinturón. Lo sacó y disparó cinco veces a través de la ventanilla. El retroceso le estropeó la puntería; sólo una de las balas alcanzó la parte trasera del cráneo de Carl cuando éste se echó hacia adelante para evitar los trozos de cristal.
A pesar de la herida, Carl Denaro había tenido suerte. La bala no había penetrado en la cabeza, sólo afectó a la superficie ósea. En el hospital le pusieron una placa de metal y se recobró del disparo al cabo de dos meses. Si bien Carl no murió, quedó severamente dañado para el resto de su vida. No pudo hacer carrera en el ejército.
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Donna Lamassi |
Se encontraban sentadas charlando en las escaleras de la casa Joanne en la calle 262 cuando vieron a un hombre por la acera de enfrente que al verlas cambio repentinamente su marcha en direccion hacia ellas con actitud de preguntarlas algo.
El hombre se acerco y al llegar donde se encontraban dijo: “¿Pueden decirme cómo se llega a...?” Pero sin terminar la frase sacó un arma que llevaba en la cintura empezo a dispararles mientras ellas intentaron huir buscando con desesperación las llaves de su casa, Joanne recibia bala la alcanzó en la parte inferior de la columna vertebral, mientras otra de las balas quedo alojada en la nuca de Donna.
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Joanne Lomino |
Estas que cayeron en los primeros disparos se salvaron de recibir otros tres con los que el asesino intento culminar su crimen, pero fallo...
Las heridas que recibio Donna no serian mortales, pero necesito de tres semanas para recuperarse en el hospital Long Island Jewish, pero Joanne tendra que vivir el resto de su vida en una silla de ruedas, la bala atravesaria su columna...dejandola parapléjica.
Un vecino vio cómo el hombre corría por la calle 262 abajo con la pistola en la mano izquierda.
Durante los posteriores dos meses, reinó la tranquilidad.
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John Diel |
Se subieron a su Pontiac Firebird, tenian ganas de llegar a casa por la fria noche del dia que no subia de los 0 grados. No se dieron cuenta que un hombre los estaba observando y se acercaba a su coche porque las ventanillas estaban empañadas por el frio exterior.
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Christine Freuna |
John besó a Christine y arrancó el automóvil. De repente un ruido y la ventanilla del coche rompia al recibir dos disparos. John asustado sin saber que pasaba miró a Christine: estaba echada hacia adelante y sangrando, aterrorizado salio corriendo buscando ayuda, pero los vecinos ya habían llamado a la policía, pocas horas después Christiene murió en el hospital de Saint John a causa de una herida de bala en la cabeza.
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rETRATO ROBOT |
Otro problema que se le presentó a los investigadores era que no se podía encontrar relación entre las víctimas.
FOTOS ARCHIVO BUSQUEDA Y CAPTURA

Virginia se cubrió como buenamente pudo con sus libros, la bala los atravesó.
Una sola bala bastó para matarla, ya que alcanzo su cerebro. Murio en el acto y su cuerpo permanecia inerte en el suelo de la zona de Forest Hills.
Un hombre presenció todo, pero cuando el asesino pasó frente a él sólo le dijo “Buenas noches”.
Declaró que tendría aproximadamente 1.80 de estatura, que era joven (unos dieciocho años) y que se cubría la cara con un pasamontañas.
La policía puso en marcha inmediatamente “código 44”. Agentes fueron destinados a la zona sur del Bronx con la orden de detener a todo vehículo con un hombre blanco solo en su interior. David Berkowitz se acercó al control, era el tercero de la fila. Su revólver del calibre .44 estaba en el asiento a su derecha, totalmente a la vista. Pero antes de que llegara su Ford Galaxie a la altura de los agentes, decidieron interrumpir la búsqueda. Posteriormente, el asesino describiría su sorpresa cuando vio que los policías se marchaban sin más.
La Policia verifica que el arma a sido utilizada para 7 asesinatos por las estrias que mostraban los proyectiles.


Siguió diciendo que la misma arma, un revólver Charter Arms Bulldog del calibre .44, había sido usada en otros tres casos, en los distritos del Bronx y de Queens en Nueva York.
Entre el alboroto un periodista logro la respuesta a su pregunta, se buscaba a un hombre de raza blanca, de veinticinco a treinta años de edad, de 1.82 de estatura, complexión normal y cabello oscuro.
Al día siguiente, los titulares de los periódicos dejaron bien asentado para toda la población que existía un enemigo público: “El Asesino del Calibre .44”.
Como era de sospechar, la masacre continuó:

Se estaban besando cuando alrededor de las 3:00 y un hombre se les acercó y les disparó 2 veces a cada uno.
Valentina recibia los balazos en la cabeza muriendo en el acto, Alexander que tambien los recibio en la cabeza moriria dos horas mas tarde.
Los dos murieron y las evidencias decían que se trataba del mismo asesino, pero esta vez, el asesino había dejado una carta en la que se autonombraba “El Hijo de Sam”.

La carta estaba firmada con el seudonimo de 'Mister Monter'
La carta estaba dirigida al capitán Joseph Borrelli, quien era uno de los principales integrantes de la operación Omega, que estaba tras el asesino del revólver calibre 44.
No contento con ello, envía una carta al periódico New York Daily News que se encargaba de su caso, y en ella les agradece su atención y les promete que tendrán más de qué hablar.

Desafortunadamente, cuando la carta llegó al departamento de huellas dactilares había sido tocada por varios policías. Pero incluso después de eliminar las huellas conocidas no mejoraron las expectativas. El autor había sujetado el papel con la mismísima punta de los dedos y no se podía obtener una marca que permitiese identificarlo. Por el momento, la denominada “Carta Borelli” se mantuvo en secreto.
El único que consiguió verla fue un periodista llamado Jimmy Breslin. Publicó fragmentos en su columna del Daily News (por ejemplo, la costumbre que tenía el asesino de escribir “mujeres” de forma que rimase con “demonios”). Esto quizá explique por qué el asesino envió el 30 de mayo una carta dirigida a Breslin desde un buzón de Englewood, Nueva Jersey. Para mejorar la tirada, el Daily News sólo publicó algunas partes curiosas; finalmente, cuando parecía que el interés empezaba a decrecer, salió la carta completa. Era un texto contradictorio, tan críptico y aparentemente incoherente como la “Carta Borelli”.

El 10 de junio de 1977, Sam Carr recibió una llamada de un hombre desde New Rochelle, en Long Island Sound. El nombre de aquella persona era Jack Cassara. Quería saber por qué Sam Carr le había enviado una nota con un afectuoso saludo en la que le decía compartir su pena por el accidente que había sufrido: una caída desde el tejado. Jack Cassara no se había caído de su tejado, ni siquiera estuvo jamás en él. Carr contestó que estaba igualmente perplejo e invitó al matrimonio a su casa para discutir el asunto. Los Cassara le fueron a visitar en el 316 de Warburton Avenue (un trayecto en coche de unos veinte minutos) y se presentaron ante él.
Sam vio la nota y les confió que también él había recibido algunas cartas extrañas. En ellas se quejaban de su perro, “Harvey”, un labrador negro. El 27 de abril de ese mismo año alguien penetró en el patio trasero de su casa e hirió al perro de un tiro. El perro se había repuesto, pero la policía no pudo averiguar de quién procedían las notas anónimas. En octubre del año anterior alguien había lanzado un cóctel-molotov, a través de la ventana, pero consiguió extinguir el fuego antes de que produjera daños más graves. Y otra cosa: uno de sus vecinos había recibido llamadas telefónicas amenazantes, y también cartas, la víspera de Navidad, el año anterior. Alguien había disparado varias veces a través de la ventana y matado a su pastor alemán. Para rematar el misterio, la nota de felicitación de los Cassara tenía por el anverso la foto de un pastor alemán.
Preocupados y extrañados, los Cassara volvieron a su casa. Cuando le dijeron a su hijo lo que había ocurrido, éste les hizo una sugerencia. El año anterior un hombre llamado David Berkowitz había alquilado en su casa una habitación encima del garaje. Se había quejado del pastor alemán y abruptamente desapareció al cabo de unas semanas, sin siquiera tomarse la molestia de reclamar su depósito de doscientos dólares. El señor Cassara buscó en la guía telefónica local, y encontró a un tal David Berkowitz en el 35 de Pine Street, en Yonkers. Llamó a Sam Carr: “¿Oiga, queda Pine Street cerca de donde usted vive?” “Es justo a la vuelta de la esquina”, respondió Carr. Ahora estaban seguros de que Berkowitz era el incendiario y el asesino de perros. Sam avisó a la policía de la zona. Pero cuando le preguntaron si tenía alguna prueba concreta tuvo de admitir que no la tenía. El agente que le atendió le explicó que sin pruebas no podía hacer nada, no podía basarse simplemente en sospechas.
25 de junio
Tres semanas después de la publicación de la “Carta Breslin”, el 25 de junio, una estudiante de diecisiete años del Bronx, Judy Plácido, que estudiaba en la misma escuela que Valentina Suriani y había asistido a su funeral, celebraba su graduación en una discoteca llamada Elephas, en Queens. Allí se encontró con un chico de buena presencia, Salvatore “Sal” Lupo, empleado en una gasolinera. Cuando la joven decidió que era hora de irse a casa, el muchacho se prestó a acompañarla, la rodeo con su brazo por encima de los hombros y emprendieron el camino. Mientras paseaban, la pesadilla de “El Hijo de Sam” se convirtió en realidad. La ventanilla del vehículo explotó bajo el impacto de una bala. Atravesó la muñeca de Salvatore y se alojó en el cuello de Judy. El siguiente proyectil estaba destinado a su cabeza pero no llegó a penetrar en el cráneo. Otro disparo la alcanzó en el hombro derecho. El acompañante, aturdido y desconcertado, salió del coche y echó a correr hacia la discoteca para pedir ayuda. Pero el tiroteo había cesado y el atacante había huido. Como tantas otras de las víctimas, Judy no era consciente de haber sido alcanzada, y se sorprendió al ver su cara ensangrentada en el espejo retrovisor. Se bajó del coche y corrió hacia las luces de la discoteca. Pero cayó al suelo antes de haber recorrido los pocos metros que la separaban del local.
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Salvatore con sus amigos antes del incidente |
En el hospital, Salvatore fue tratado de las heridas producidas por la bala en su muñeca y por un trozo de cristal clavado en su pierna. Judy, increíblemente, no había sufrido heridas de gravedad. Ninguno de los dos había podido ver claramente al pistolero. Pero tres manzanas más lejos un testigo había visto huir a un “hombre blanco y regordete”. “El Hijo de Sam” quizás fuera una maldición para las discotecas y bares de Nueva York, pero fue toda una bendición para los propietarios de periódicos. Todas las ediciones del día después del último tiroteo se agotaron completamente. Los diarios incluso se anticipaban a otro crimen. En la “Carta Breslin” había una línea que decía: “¿Qué te parece a ti, Jim, qué es lo que pasará el 29 de julio?” Era la fecha del primer asesinato de “El Hijo de Sam”, el de Donna Lauria. ¿Pretendía celebrarlo con otro asesinato? El alcalde Abraham Beame, justo antes de presentarse a las elecciones, declaró que incrementaría el personal del Equipo Omega. La víspera del aniversario del asesinato de Donna parecía que por las calles sólo circulaban coches patrulla. Pero la noche del 29 de julio, viernes, transcurrió sin que se registrara el mínimo incidente.
Un año después de su arresto, David Berkowitz describió detalladamente los elaborados planes que trazaba para sus asesinatos. Aunque recorrió muchos barrios de Nueva York en busca de nuevas víctimas, la zona de Queens se convirtió para él en una especie de obsesión. Era un área residencial de clase media y Berkowitz estaba familiarizado con las calles y todas las posibles escapatorias. También estudió las tácticas policiales, y, al cabo de un tiempo, era capaz de reconocer los coches y camionetas utilizadas por agentes vestidos de paisano. “Me enfadaba cuando fallaba, porque me costaba mucho preparar una acción; para mí suponía un riesgo muy grande...”, declaró.

Bobby convenció a Stacy de que se bajaran a caminar, pero ella no parecía muy convencida, así que regresaron al coche. En el coche se besaron. Sin embargo, Stacy dijo: “Vámonos”. “Espera un minuto más...”, contestó Bobby Violante y volvió a besarla.
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Bobby Violante |

Horas después, Stacy murió, Bobby perdió el ojo izquierdo y sólo lograron salvarle el 20% de visiblidad en el derecho.
Ese fue el último ataque de “El hijo de Sam” ya que un testigo logró identificarlo cuando huía del escenario del crimen.
Tommy Zaino había sido testigo de toda la escena a través del espejo retrovisor de su automóvil. Había visto al hombre, un sujeto regordete de pelo liso y rubio, y cómo se aproximó al vehículo. Sacó un revólver, se agachó y disparó cuatro veces por la ventanilla bajada.
Zaino supo lo que estaba pasando. Su novia le preguntó, “¿Qué ha sido eso?” Pero él le gritó: “Baja la cabeza, creo que es ‘El Hijo de Sam’. Momentos después, el pistolero escapaba corriendo del parque. Eran exactamente las 02:35 de la madrugada.


Por lo tanto, o los pistoleros eran dos, o se trataba de uno que llevaba una peluca rubia. De hecho, cuando se produjeron los disparos sobre Stacy y Bobby, había muchos testigos en el parque. Varias personas habían visto un Volkswagen amarillo aparcado a la entrada del campo de deportes. A una muchacha montada en una bicicleta la siguió un coche pequeño y amarillo y hasta llegar a casa la muchacha pedaleó frenéticamente.
Mas testigos;
Una chica y su novio, que estaban sentados a la entrada del parque, habían oído los disparos y visto a un hombre corriendo. Llevaba una cazadora vaquera y lo que les pareció una peluca barata de nylon. Se metió en un coche de color claro y desapareció. Ella le comentó a su novio: “Parece como si acabara de atracar un banco”.
Siguen las coincidencias delatadoras;
La noche del tiroteo sobre Moskowitz, la señora Davis volvía de una cena con un amigo. Poco después de las 02:00 de la madrugada se encontraban charlando en su coche en la puerta del apartamento, a dos edificios de distancia del parque, donde permanecieron hablando durante algunos minutos.
Como habían tenido que aparcar en triple fila, ella estaba atenta por si venían otros vehículos, mirando a uno y otro lado de la calle. Se fijó en un coche de policía que estaba a cierta distancia, delante suyo; y detrás, en un coche de color amarillo pálido aparcado al lado de una boca de agua para bomberos, lo cual constituye un delito en la mayoría de las ciudades estadounidenses.
Mientras Cacilia miraba, un joven se dirigió al coche amarillo, un Ford Galaxie, y cogió con visible irritación una multa de tráfico del parabrisas. La multa la habían colocado allí dos agentes de tráfico unos minutos antes; los mismos que patrullaban la zona en el coche policial.

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Coche de Berkowitz |



Tres de los cuatro coches sancionados fueron eliminados rápidamente por no ser del tipo Ford Galaxie. El cuarto, número de matrícula 561-XLB, estaba registrado a nombre de David Berkowitz, que vivía en Pine Street 35, en Yonkers. Se envió al detective James Justus para comprobar quién era Berkowitz. Llamó a la comisaria de Yonkers y para ello hubo de hablar con una operadora llamada Wheat Carr.



Pero, a pesar de todo esto, nadie fue al domicilio de Berkowitz para arrestarle. Estaban buscando un hombre con cabello liso y rubio que conducía un coche amarillo. Y la policía de Yonkers informó que Berkowitz no encajaba con la descripción. Hasta el mediodía del miércoles 10 de agosto de 1977 los detectives Ed Ligo y John Longo no fueron enviados a Yonkers para comprobar el asunto. Ligo reconoció el Ford Galaxie de Berkowitz aparcado afuera del edificio. Echó un vistazo por la ventanilla trasera. En el asiento de atrás había una bolsa: por la abertura asomaba el cañón de un rifle. En principio no era nada ilegal, pero a pesar de todo el policía abrió la puerta y observó más de cerca el Comando Mark III, un arma tremenda que normalmente no solía encontrarse en posesión de un ciudadano medio. Seguidamente miró en la guantera. Allí había un sobre dirigido al inspector Timothy Dowd, el jefe del Equipo Omega. Contenía una carta con una amenaza: un tiroteo en la zona de Long Island. Corrió hasta el teléfono más cercano. “Creo que le tenemos”, le dijo al sargento James Shea, del Equipo Omega.
MAPAS DE LOS CRIMENES
LA DETENCIÓN

A las 19:30 un hombre salió del edificio donde vivía Berkowitz, con una bolsa de papel en la mano.

Tocando la ventanilla de su coche, “¡No respires!”, le gritó el inspector William Gardel. “¡Policía!” David Berkowitz, aparentemente tranquilo, le sonrió.

El Oficial le preguntó: “¿Ahora que te tengo; dime, a quién tengo?”, “Tú sabes”, dijo el hombre que seguia sonriendo le contesto, “Soy el hijo de Sam, David Berkowitz”.


Las órdenes se las transmitía el perro endemoniado de Sam, “Harvey”, quien además le hablaba, dándole órdenes de salir a asesinar mujeres. Berkowitz atribuyó al animal poderes sobrenaturales.
Dijo que sus ladridos lo obsesionaban, pues el animal no cesaba de ladrar durante toda la noche y no lo dejaba dormir. Por ello, afirmó, le había disparado y lo había matado, pero el perro era inmortal o había resucitado, llegando incluso a aparecérsele dentro de su departamento para ordenarle que matara a más chicas. Berkowitz afirmó que cuando salía de caza por las calles lo acompañaban voces demoníacas que le decían lo que tenía que hacer.

El detenido estuvo tan bien dispuesto y amable que el interrogatorio sólo duró media hora. Al cabo de doce meses y por una casualidad, el Equipo Omega había capturado a su hombre. El juicio duró poco tiempo.
El sargento Joseph Coffey, quien dirigió el interrogatorio inicial, resumió sus impresiones con estas palabras: “Siento pena por él; el tipo es un retorcido vegetal”. Parecía que el caso de “El Hijo de Sam” estaba cerrado.
La policía había atrapado al asesino que tantos quebraderos de cabeza les proporcionó y que exigió tanto empeño en la tarea. Berkowitz había confesado actuar en solitario. Pero si esto era así, las pruebas contra él se contradecían en muchos puntos. El testigo del último ataque, Tommy Zaino, describió al asesino como un hombre con cabello lacio y rubio. Berkowitz lo tenía corto y oscuro.
La señora Cacilia Davis, quien le identificó como el hombre que había visto cerca de su bloque de apartamentos, se cruzo con él minutos antes de que se oyeran los disparos en el parque. En ese momento el asesino se alejaba del escenario del crimen.

Y aún quedaba el hombre de pelo rubio que se metió en el Volkswagen amarillo y casi choca con otro vehículo en el cruce. Aunque Berkowitz hubiese llevado una peluca en alguno de los ataques, era mucho más alto que la descripción hecha por testigos del hombre rubio.
Estas anomalías le llamaron la atención a un joven periodista de investigación, Maury Terry.




David Berkowitz confesó todos sus crímenes, pero trató de alegar que padecía “locura” afirmando que escuchaba la voz de un demonio de 6,000 años reencarnado en “Sam”, el perro de su vecino, le daba órdenes de matar.
Los psiquiatras lo diagnostican como esquizofrénico paranoide de personalidad antisocial. Berkowitz fue juzgado culpable y condenado a cadena perpetua, con una pena de 365 años en una cárcel de máxima seguridad.
LAS INVESTIGACIONES DE MAURY TERRY
Este había nacido en Yonkers; por lo tanto, estudió los asesinatos de “El Hijo de Sam” con ávido interés. Por lo que él podía deducir, era imposible que Berkowitz hubiera podido disparar sobre Stacy Moskowitz y Bobby Violante a menos que Zaino y la señora Davis estuviesen equivocados.
Terry entrevistó a ambos, y ambos confirmaron sus declaraciones. La señora Davis también le contó algo que no había declarado antes. Era la extraña historia de cómo ella y su acompañante masculino habían visto a Berkowitz abandonar la zona, tocando la bocina, un cuarto de hora antes de verlo cerca de su departamento. Parecía inverosímil que un hombre llevando un revólver Bulldog .44 reclamado por la policía se pusiese a llamar la atención sobre sí mismo tan temerariamente.
Terry se entrevistó con el testigo que había visto el coche amarillo y a su conductor rubio. Pero todos confirmaron sus primeras declaraciones.
Era como si en realidad hubieran existido dos hombres; como si Berkowitz hubiera tenido un cómplice culpable del tiroteo sobre Stacy Moskowitz y Bobby Violante. Claro, también podían estar equivocados los testigos; la mayoría de la gente a quien confió sus dudas pensó que era ese el caso.
Sin embargo, cuanto más indagaba, más se convencía de que Berkowitz no podía haberlo hecho solo.
No cabía ninguna duda de que era el hombre que había matado a la primera víctima.

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Sam dormido en su celda |
De hecho, Sam Carr tenía dos hijos, John y Michael; ambos odiaban a su padre. Cuando el periodista averiguó que el sobrenombre de John Carr era “Wheaties”, recordó dónde lo había visto antes: en la carta de “El Hijo de Sam” al periodista Jimmy Breslin. Evidentemente, John Carr era un testigo que podría esclarecer algo más en el enmarañado asunto. El deseo de entrevistarlo se hizo tanto más urgente desde el momento en que Terry averiguó que el aspecto de John era el de un hippie de cabello liso y rubio.
Fue en este momento en el que Terry supo algo que le hizo estremecerse. Berkowitz parecía sufrir una obsesión con los perros, sobre todo los pastores alemanes. En Walden, Nueva York, a sólo una hora en coche desde Yonkers, se habían encontrado a ochenta y cinco pastores alemanes y dobermans despellejados. Todos durante el año de los crímenes de “El Hijo de Sam”.
Aún habían encontrado más en la zona de Yonkers, en Untermeyer Park. El adolescente que le contó a Terry la historia sobre el parque, añadió que era el lugar en el que una secta adoradora del demonio celebraba sus rituales. El sitio era idóneo: bosques tupidos y aislados. Terry ya había estado siguiendo algunas pistas satánicas extraídas de las cartas de “El Hijo de Sam”; lo último parecía confirmar que Berkowitz había tomado parte en los rituales sangrientos de algún tipo de culto satánico.

La policía, al igual que todas las demás personas con quienes habló, desechó la idea. El periodista se obsesionó más que nunca intentando encontrar al huidizo John “Wheaties” Carr. Finalmente, en octubre del año 1978, conoció su paradero.
Pero era demasiado tarde: John Carr estaba muerto. Lo habían encontrado con un disparo en un pequeño pueblo de Dakota del Norte llamado Minot. El veredicto final fue suicidio; se había disparado un tiro en la boca con un rifle en el dormitorio de una amiga suya. Sin embargo, la policía de Minot parecía más inclinada a considerar que se trataba de un asesinato.
Al lado de su cuerpo se habían escrito torpemente con su propia sangre unas cuantas letras que sugerían lo siguiente: "SSNYC". Pero un hombre que se dispara en la cabeza con un rifle muere inmediatamente. Parecía que los asesinos lo habían golpeado violentamente, que éste había caído al suelo y escrito las letras, que los criminales habían vuelto después de salir a buscar una escopeta y que le dispararon en la boca. Las letras sugerían inequívocamente un mensaje, unas iniciales: “Son of Sam. New York City” (“Hijo de Sam. Ciudad de Nueva York”).
Cuando Terry supo que en la mano de Carr se habían escrito el número 666 con sangre, ya no tuvo ninguna duda: se trataba de alguna clase de culto satánico. Las pesquisas de la policía de Minot también sacaron a la luz que John Carr mantenía contacto con un grupo ocultista y que conocía a David Berkowitz. Su amiga y novia declaró que al ver las imágenes del arresto de “El Hijo de Sam” por la televisión, Carr exclamó: “¡Oh, mierda!”
Las investigaciones de Terry, al principio despreciadas como locuras de un periodista en busca de celebridad rápida, fueron tomadas ahora más en serio. El fiscal de Queens, impresionado por los resultados, reabrió el caso. El reportero localizó a gente que había conocido a Berkowitz y en seguida se dio cuenta de que el “monstruo loco” no era en absoluto un solitario. Tenía un grupo de conocidos sorprendentemente grande.
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Apartamento de Berkowitz |
En 1975, un año antes de que empezaran los asesinatos, Berkowitz había ocupado un apartamento en Barnes Avenue, en el Bronx. Una noche, mientras daba un paseo, empezó a charlar con un joven drogadicto que estaba obsesionado con las ciencias ocultas. Era Michael Carr, el hermano de John. Invitó a David a una reunión en el edificio. Entre los invitados también había miembros de una secta satánica (“Los Veintidós Discípulos del Infierno”) a la que se refería en su carta a Breslin. Esta era la razón por la que Berkowitz se había trasladado a Yonkers, a menos de 180 metros de la casa de los Carr. Michael Carr se convirtió en el núcleo de la investigación. El problema era encontrarle.
Una vez más, Terry llegó demasiado tarde. A primera hora del 4 de octubre de 1979 el coche de Michael Carr se estrelló contra un poste de iluminación a 120 kilómetros por hora. Conducía hacia Manhattan. No había marcas de frenada; esto convenció a su hermana de que se trataba de un asesinato. Daba la impresión de que le habían obligado a salirse de la carretera, o de que habían disparado a una de sus ruedas. En este momento el más inesperado de los testigos se decidió a contar lo que sabía.

David Berkowitz escribió una carta a un predicador de California:
“En realidad no sé cómo empezar esta carta, pero hubo un tiempo en que fui miembro de una secta secreta. Prometí mantener el secreto o enfrentarme a la muerte, y por ello no puedo dar su nombre. Esta secta se componía de una mezcla de prácticas satánicas que incluían las enseñanzas de Aleister Crowley y Eliphaz Levi. Sus pretensiones eran (y lo son aún hoy) sanguinarias. Esa gente no se detendrá ante nada, incluido el asesinato”.
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Michael Carr |
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Nathan Berkowitz |
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Símbolos satánicos pintados en el departamento de Berkowitz |

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Arliss Perry |
Las investigaciones del periodista demostraron que Berkowitz sabía muchos detalles de este poco aireado crimen, detalles que jamás se habían publicado en la prensa. Aún más, había recortado la foto de una chica y se la había enviado a una periodista femenina, diciendo que se parecía a Arliss Perry. Esto resultó ser cierto; pero las únicas fotos de la víctima que aparecieron en los periódicos eran de su época de colegio, cuando tenía un aspecto muy diferente. Se pensó que Berkowitz vio una fotografía de Arliss después de muerta, y que por lo tanto sabía quien la había matado. Terry mantenía que se trataba de un grupo satánico de la costa oeste con el que se había relacionado también a Charles Manson.
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cadáver de Arliss Perry |
De acuerdo con un informador, el criminal vestido con cazadora vaquera que había disparado sobre las dos escolares, era un miembro femenino de la secta. Donna Lauria fue asesinada porque sabía cosas de la secta, y Christine Freund porque había molestado a uno de sus miembros.

El asesino de Stacy Moskowitz era John Carr, e incluso había sido filmado con cámara de vídeo para hacer una película ritual, una especie de cinta snuff. Por ello el asesino escogió un coche bien iluminado, bajo una farola, y no el de Tommy Zaino, situado en un rincón oscuro. Zaino había cambiado de sitio el coche media hora antes del tiroteo.
Terry llegó hasta a averiguar el nombre del líder de la secta satánica de Nueva York: Roy Alexander Radin, un magnate del show busssines que se trasladó a California en 1982. Pero lo averiguó demasiado tarde; Roy Radin fue asesinado en California el viernes 13 de mayo de 1983. Su cuerpo fue abandonado en Death Valley (el Valle de la Muerte, el antiguo coto ritual de Charles Manson) con una Biblia, cuya inscripción estaba borrada, abierta a su lado.


El 10 de julio de 1979, en la prisión, David Berkowitz fue víctima de un ataque con una cuchilla de afeitar en el bloque de celdas Attica, reservado a los prisioneros de alta peligrosidad. Otro recluso le hizo un corte en la garganta desde la parte izquierda hasta la nuca. Necesitó cincuenta y seis puntos. Si el corte hubiera sido algo más profundo lo habría matado. Berkowitz se negó a decir quién lo había hecho. Posteriormente, declaró que el atentado había sido inspirado por la secta secreta con la que había estado mezclado para asegurarse de que cumpliría su voto de silencio.
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Arma que uso El hijo de Sam en sus crimenes en el Museo del FBI |
Tras los asesinatos de “El Hijo de Sam”, el edificio de apartamentos donde había vivido Berkowitz se convirtió en un lugar de peregrinación para cazadores de recuerdos, psicópatas y admiradores. Robaron los picaportes, trozos de alfombra, incluso lajas de pintura de la puerta de Berkowitz. En medio de la noche, la gente gritaba desde la calle: “¡David, sal...!” El departamento de David no fue realquilado por falta de inquilinos dispuestos a habitarlo; la mitad de los restantes vecinos abandonaron la casa. Incluso después de que el propietario cambiase el número de Pine Street de 26 a 42, para confundir así a los visitantes.
David Berkowitz años mas tarde de su captura.
Años después, se promulgó la “Ley Hijo de Sam”, para impedir que los asesinos en serie obtuvieran dinero por sus crímenes, al vender sus historias para crear libros o películas. Curiosamente, Berkowitz se convirtió en uno de los mayores activistas en ese sentido: luchó mucho tiempo para que un asesino nunca obtuviera retribuciones económicas vinculadas con sus asesinatos.
Recopilatorio de imagenes de las cartas del caso de “El Hijo de Sam”
Puede ampliar las imagenes haciendo clic sobre ellas.
MUESTRAS GRÁFICAS E INTERPRETACIÓN GRAFOLÓGICA SOBRE David Berkowitz
FOTOS DE SUS FICHAS POLICIALES
FUENTES: ESCRITO CON SANGRE, SEMINARIO DE GRAFOLOGIA FORENSE, THE BIOGRAFY CHANNEL.
Las siguientes Fotos han sido cedidas por Marco Besas
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