A pesar de que su nombre suele estar entre las listas de los asesinos más famosos, Richard Speck no fue lo que realmente se denomina "asesino en serie". Sí es cierto que mató a ocho jóvenes estudiantes en Chicago, pero a todas ellas en una sola y trágica noche. Aun así, su caso no deja de tener un gran interés para la criminología.
Todo ocurrió en 1966 cuando contaba con 25 años de edad y un largo historial por sus continuas peleas en los bares, debidas en parte a su adicción por el consumo de alcohol y drogas. Estos, fueron los motivos principales que llevaron a que su mujer lo abandonase y a que su capataz lo despidiese cuando trabajaba en un astillero. Fue a raíz de ese despido que comenzó a robar para permitirse sus vicios.
Una noche, a finales de los sesenta, tras haberse tomado unas pastillas entró en un edificio armado con un cuchillo y una pistola con intención de robar. Allí residían nueve chicas americanas y filipinas estudiantes de enfermería. Las amenazó para que le diesen todo el dinero que tenían y las obligó a tumbarse en el suelo de una de las habitaciones. Afortunadamente una de ellas pudo esconderse rodando debajo de una cama sin ser vista.
Tras desvalijar la casa, Speck comenzó a ponerse agresivo y se las fue llevando una a una a otra habitación, donde las estranguló y apuñaló. Una vez que el agresor se fue de la vivienda la enfermera superviviente salió de su escondite, y horrorizada, al ver lo que había sucedido, fue directamente a dar parte a la policía, proporcionándoles una buena descripción del hombre, e incluyendo un tatuaje que llevaba Speck en un brazo que decía "Born to Raise Hell" (nacido para traer el infierno).
Entonces comenzó una auténtica caza al hombre que no tardaría en ser efectiva, pues esa descripción había sido enviada a los servicios de urgencia de los hospitales ante la remota posibilidad de que el hombre pudiera herirse a sí mismo, cosa frecuente en estos casos. Efectivamente, unos días más tarde Speck se presentó en un hospital con una herida en el codo. El tatuaje fue reconocido y se procedió a su arresto. La enfermera superviviente también identificó a Speck, y esa identificación fue corroborada por algunas de las huellas dejadas en la escena de los crímenes.
Richard Speck fue juzgado en 1967 y sentenciado a muerte, pero recurrió la sentencia y posteriormente lo condenaron a más de 400 años de prisión. Según los asesores de la prisión, era un hombre muy agresivo cuyo comportamiento violento era bien conocido, tanto en la prisión como fuera.
Antes de instalarse en Chicago había huido de Texas, en donde se le buscaba por el intento de asesinato de su suegro. En los meses previos a la matanza, la idea de Speck de pasar una buena noche en la ciudad era emborracharse, tomar algunas drogas, ir luego a un bar y meterse con otro cliente hasta que la cosa degenerase en una pelea. Si conseguía darle una paliza a su oponente, entonces la noche habría sido un éxito; en caso contrario, buscaría a una prostituta y la golpearía salvajemente antes de caer dormido.
Speck era muy agresivo y robaba para vivir.
Un guardián de la prisión contó que Speck había capturado un gorrión y lo había convertido en su mascota. Le ataba una cuerda en la pata y lo llevaba sobre su hombro. Los guardias le pidieron que se deshiciese de él puesto que las mascotas no estaban permitidas en la prisión, pero Speck hizo caso omiso. Después de varias discusiones lo amenazaron con incomunicarlo en una celda de castigo si seguía con el animal, y al oír eso, Speck se dirigió a un ventilador y arrojó el gorrión contra él. Los sorprendidos guardias le preguntaron por qué había matado al animal, y contestó que si no podía ser suyo, no sería de nadie.En una de las entrevistas con el coronel Robert Ressler, agente del FBI y experto en psicología criminal, mostró una clara actitud insensible hacia la vida y admitió que había matado a sus víctimas para que no pudiesen testificar contra él. Según comenta Ressler en uno de sus libros (El que lucha con monstruos), "aunque varios médicos opinaban que el corte de la arteria del codo había sido el resultado de un chapucero intento de suicidio en la pensión de mala muerte donde vivía, Speck negó tal cosa, diciendo que había tenido una pelea en un bar y le habían hecho el corte con una botella de whisky rota. Diez años después del crimen seguía tratando de mostrarse ante mí como un macho".
Años más tarde, en 1991, el asesino de las jóvenes enfermeras falleció en la cárcel, a la edad de 48 años, de un ataque al corazón.
Ressler y Douglas. Dos aproximaciones diferentes
Los dos agentes del FBI que han estudiado el fenómeno de los asesinos en serie más de cerca, desde sus posiciones de instructores y perfiladores en las unidades de Ciencias del Comportamiento y Apoyo a la Investigación, tuvieron la oportunidad de entrevistar a Richard Speck en la prisión al comienzo de su proyecto de estudio del crimen en serie.
La entrevista la habían acordado de forma extraoficial y poco ortodoxa con el guarda de la prisión, quien se empeñó en que viesen la pornografía que Speck guardaba en su celda. Así, su primera toma de contacto con él, fueron los gritos e insultos que les dedicó al ver su intimidad en peligro (la celda es lo único que los presos pueden llegar a considerar un espacio privado en la prisión), lo que provocó, por simpatía, las protestas del resto de internos de la galería. Así que decidieron evitar la visita a la celda e ir directamente a la entrevista.
Speck apareció en la entrevista malhumorado, arisco y reacio a colaborar. Ressler, que conocía sus informes, sabía que era un individuo poco inteligente y sin una visión clara de sus crímenes. Douglas recuerda que Speck, al igual que Manson, eligió sentarse en la cabecera de la mesa, presidiéndola, queriendo dejar patente un sentimiento de superioridad sobre ellos.
En ese momento, ante su falta de cooperación, Douglas se volvió a uno de los funcionarios de prisiones allí presentes y le habló como si Speck no estuviese en la habitación: "¿Sabes lo que hizo tu chaval? Se cargó a ocho coñitos... y algunos de esos coñitos estaban bastante bien. Nos ha dejado sin ocho coñitos a todos los demás... ¿te parece justo?". El funcionario le siguió el juego dando vueltas a la conversación de forma soez, hasta que Speck se relajó y con una risita les dijo: "¡Estás mal de la cabeza!", momento que aprovechó Douglas para preguntarle: "¿Cómo le hiciste para follarte a ocho mujeres a la vez? ¿Qué desayunas?" A lo que él contestó: "No me las follé todas... la historia se infló. Sólo me follé a una".
Las ocho Víctimas de Richard Speck
De Derecha a Izquierda:
Valentina Paison
Pamela Wilkening
Patricia Matusek
Suzanne Farris
Mary Ann Jordan
Merlita Garguilo
Gloria Davy
Nina Schmale
Pamela Wilkening
Patricia Matusek
Suzanne Farris
Mary Ann Jordan
Merlita Garguilo
Gloria Davy
Nina Schmale
Douglas justificó la crudeza de su método con los resultados obtenidos. En cambio, Ressler se sintió incómodo, pues en sus entrevistas insiste en no ponerse a la altura del asesino y, sobre todo, en no tomarse las víctimas a la ligera. Para él, el hecho de burlarse de las víctimas para congraciarse con un asesino es, simplemente, injustificable.
Speck, durante toda la entrevista, trató de dar una imagen de macho, dominante, fanfarrón y agresivo. E incluso cuando se le mencionó el intento de suicidio que llevó a su detención, él lo negó y atribuyó el corte de la arteria del codo a una pelea en un bar.
La cinta Speck
En 1995, la opinión pública se conmocionó al darse a conocer una cinta de video rodada en la prisión de Stateville en 1988, tres años antes de la muerte de Speck. En ella, se puede ver a Richard Speck esnifando cocaína, participando en prácticas de sexo oral con otro interno y fanfarroneando de su cuerpo, se ríe de sus asesinatos, afirma que le encanta ser penetrado por otros hombres y presume de lo mucho que disfruta en prisión: "si supiesen cuánto me divierto aquí... me soltarían". A continuación, se desnuda, dejando ver unos pechos caídos producto de un tratamiento hormonal y unas bragas de seda azul para, acto seguido, practicar una felación a su amante afro-americano. La emisión de fragmentos de esta cinta por diferentes cadenas de televisión de Illinois provocó que se avivara el debate sobre la conveniencia o no de la pena de muerte.
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