Este es un crimen que por las particulares circunstancias que lo envolvieron, aún hoy encierra muchas incógnitas. El único detenido fue Rafael Escobedo Alday de 26 años, quien estaba casado con Miriam, hija del matrimonio. Rafi, que es como familiarmente se le conocía, fue condenado a 50 años de cárcel como autor material de los asesinatos (se ignora si sólo o con colaboradores). Apareció ahorcado en su celda. En un principio se pensó que se había suicidado, pero la autopsia desveló restos de cianuro en los pulmones, aportando mayor misterio al caso.
Antes de pasar a los hechos, es necesario bosquejar un retrato de todos sus protagonistas. La familia Urquijo distaba mucho de ser un grupo unido y de vivir en concordia. Las discusiones entre ellos eran cotidianas y la atmósfera familiar se hacía irrespirable.
El marqués de Urquijo era un tacaño absoluto que apenas si daba algún dinero a sus hijos, y cuando lo hacía acompañaba la entrega de reproches y quejas. Este comportamiento llegaba a tal extremo que Juan de la Sierra y su hermana, Miriam, eran conocidos en el mundo de la aristocracia como "los pobres". A esto debía sumarse el que a partir de 1973 y hasta 1980 el valor de las acciones del Banco Urquijo bajaba inexorablemente en la Bolsa.
Nada parecía funcionar bien para la familia, y a un problema se sumaba otro, entre ellos la incompatibilidad de caracteres del matrimonio Miriam de la Sierra y Rafael Escobedo, que terminó con la separación de ambos. Apenas se hubo separado, la hija de los marqueses comenzó una relación con el americano Richard Dennis, de 41 años. Entretanto, Rafi Escobedo salía con su fiel amigo de la infancia Javier Anastasio de 36 años. A pesar de que ambos carecían de trabajo conocido, gastaban con generosidad el dinero que les pasaban sus respectivos padres.
Este doble asesinato conmocionó a la opinión pública y particularmente a la aristocracia, a la que este hecho no hacía buena propaganda. A partir de ese día comenzaron las investigaciones, que movilizó un elevado número de efectivos policiales. El caso adquirió aún mayor resonancia debido a las declaraciones, calumnias, insultos y toda clase de injurias proferidas entre los miembros de la familia de los marqueses y sus allegados.
Prácticamente todo el país seguía los pormenores del caso con desconcierto, oyendo confusas versiones de Rafi Escobedo, de Miriam de la Sierra, de su hermano Juan, del administrador de la familia Diego Martínez Herrera, del mayordomo Vicente Díaz Romero, de amigos y enemigos... todo un espectáculo que algunos calificaron de denigrante y grotesco.
Rafael Escobedo, en la cárcel cántabra de El Dueso, donde apareció ahorcado.
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El cadáver de Lourdes Urquijo, asesinada en su cama. Foto Interviu
El cadáver de Manuel de la Sierra. Foto Interviu
"La noche del 31 de Julio al 1 de Agosto del pasado año, tras tomar unas copas y cenar con unos amigos, uno de ellos, Javier Anastasio, le llevó a su casa alrededor de las 3 de la madrugada.
Tras subir a su piso y recoger una pistola, un rollo de esparadrapo, un martillo, un soplete de butano y varios instrumentos más, cogió el coche de su padre y se trasladó al chalet de sus suegros.
Tras adherir unos esparadrapos al cristal de la puerta del recinto de la piscina, para que los trozos quedasen unidos e hicieran menos ruido, lo golpeó con el martillo, introdujo la mano y abrió la puerta. La de la vivienda estaba abierta, así que el acceso fue fácil.
En el salón, y para abrir la puerta de madera maciza que guarda la escalera por la que se asciende a los dormitorios de la planta superior, tuvo que hacer en la misma un agujero con el soplete.
Los marqueses dormían en distintas habitaciones, por lo que recorrió el camino hasta la que ocupaba su suegro y, aproximándose a éste, le disparó en la cabeza. Al salir precipitadamente de la habitación tropezó con una silla y se le escapó un nuevo disparo, incrustándose la bala en el armario.
El ruido despertó a su suegra quien gritó: ¿Quién hay?, o algo así, y para evitar ser reconocido tuvo que matarla disparándole una primera vez, cuando estaba incorporada en la cama, y otra segunda para asegurar su muerte.
Tras ello salió del lugar, marchándose a su domicilio A la mañana siguiente despertó temprano y se ausentó de casa para un asunto relacionado con el seguro del desempleo.
También relata que en los hechos utilizó guantes y un silenciador, desconociendo el actual paradero del arma y que no recuerda a quién se la entregó ni qué hizo con los demás efectos".
A pesar de esta confesión, el testimonio de Rafi Escobedo dejó bastantes puntos oscuros. Ya en la cárcel, y mientras cumplía su condena, se desmintió y cambió la versión de los hechos en varias ocasiones, dejando entrever que ocultaba los nombres de supuestos cómplices en el asesinato de los marqueses. Tanto es así que su amigo Javier Anastasio, fue considerado coautor de los hechos y encarcelado. Tras ser puesto en libertad en Diciembre de 1987, tras cumplir el tiempo máximo de prisión provisional, huyó a Brasil con documentación falsa.
Unos meses más tarde, el 27 de Julio de 1988, y cuando Rafi Escobedo comenzó a insinuar desde la prisión que al fin contaría la verdad, apareció ahorcado en su celda del penal de "El Dueso" (Santoña). Con su muerte se llevó a la tumba el secreto de los hechos de uno de los casos más oscuros de la crónica criminal española.
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