Thierry Paulin
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Cordobess@
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Asesinos
Un caso de extrema violencia, una sucesión de crímenes sin igual, faltos de piedad y de extrema violencia.
Un hombre despiadado, quizá por la falta de afecto que tuvo durante su infancia, quizá por la crueldad con que fue tratado por la vida.
Es esta la historia de un asesino serial en París.
Los crímenes:
El 5 de octubre de 1984, una anciana de 91 años fue atacada por dos hombres, quienes le robaron todos sus ahorros luego de atarla, amordazarla y golpearla.
Cuando la anciana fue encontrada por la policía, su estado nervioso era tal, que fue incapaz de proporcionar descripción alguna de los agresores.
Durante ese mismo día, otra mujer de 83 años fue atacada en un distrito vecino, pero esta vez la mujer no tuvo tanta suerte como la anterior, pues la golpearon fuertemente y la asfixiaron luego con una almohada, robándole la pequeña cantidad de 200 francos.
El cadáver fue encontrado atado con la cuerda de una cortina.
Un mes después, fue hallada otra anciana, esta vez de 89 años, asfixiada con una bolsa de plástico y a la que le faltaban unos 500 francos y un reloj valorado en 300 francos.
A partir de entonces, los crímenes se volvieron cada vez más violentos y de una crueldad extrema.
La siguiente víctima fue una maestra jubilada de 71 años, quien, luego de ser amordazada y maniatada con un cable, fue golpeada con tal fuerza que tenía la nariz y la mandíbula rotas.
Habían utilizado una bufanda para estrangularla.
La autopsia revelaría posteriormente que la mayoría de los huesos de la parte derecha del cuerpo estaban destrozados.
El asesino se llevó en esta ocasión unos 10,000 francos.
Dos días después se encontró un nuevo cadáver.
Se trataba de una mujer de 84 años, quien había recibido varios golpes en el rostro, luego le dieron una mortal paliza y la torturaron hasta la muerte.
Tenía la boca y la garganta quemadas por ácido; la habían obligado a ingerir soda cáustica.
Se calcula que el botín fue de unos 500 francos.
Así, durante los días sucesivos continuaron los crímenes hasta alcanzar la terrible cantidad de ocho mujeres brutalmente golpeadas y asesinadas en tan sólo cinco semanas.
La policía apenas podía inspeccionar el lugar de un crimen cuando ya se le notificaba de otro caso.
El robo de dinero parecía ser el principal motivo de aquellos crímenes brutales, pero las cantidades eran tan ridículas que la policía pronto desechó la idea.
Cuando los oficiales intentaron trazar un perfil del asesino de ancianas, les resultó muy complicado, pues aquellos crímenes no encajaban en ningún estereotipo conocido.
El asesino no tenía móvil sexual, pero sí era desconcertante el sadismo y la brutalidad demostrados en los crímenes.
Debido a las horas en que se cometieron los asesinatos, los investigadores dedujeron que se trataba de una persona sin empleo fijo, y que tenía una buena presencia física o que era una persona “encantadora” a primera vista, pues nunca se hallaron cerraduras forzadas ni puertas golpeadas.
Por las heridas de las víctimas, también pensaron que se trataba de alguien joven y robusto, pero estos datos no eran suficientes para atrapar con rapidez al brutal asesino.
Los asesinatos de las ancianas se convirtieron en el tema central de conversación en todo París, y provocaron las protestas y manifestaciones de la población en contra de los delitos violentos.
De a poco, el pánico comenzó a extenderse por toda la ciudad y se tomaron medidas de emergencia: un espectacular despliegue de policías procedentes de varios departamentos en las zonas que el asesino acostumbraba frecuentar, teléfonos de socorro por si alguien veía algo extraño, asesoramiento destinado a las personas mayores, etc.
Para el año 1986, dos años después de su comienzo, el asesino había acabado con la vida de dieciséis ancianas, hasta que llegó un período en el que no se cometió ningún crimen mas de ese tipo en la zona.
Los agentes no imaginaban que el asesino en serie tan temido se encontraba por aquel entonces entre rejas detenido por venta de cocaína.
Ese hombre se llamaba Thierry Paulin.
La historia y su infancia:
Thierry Paulin nació el 28 de noviembre de 1963 en la isla caribeña de La Martinica, y poco tiempo después de su nacimiento su padre abandona la familia.
Su madre, de 17 años, lo envió con su abuela quien dirigía un restaurante y no tenía tiempo para atender a su nieto.
Pasó los primeros años de su vida desprovisto de todo afecto familiar, convirtiéndose en un muchacho difícil y violento.
Unos años mas tarde, su madre se casó con otro hombre y tuvo 3 hijos con él, pero éste hombre pronto se cansó del carácter de Thierry y lo envió a Francia con su verdadero padre, lejos de la familia.
Su padre también estaba casado y con dos hijos, por lo que tuvo que aprender a integrarse en una nueva familia, sin tan siquiera conocer a ese señor que decía ser su padre.
A los 18 años, cuando se encontraba haciendo el servicio militar, entró en un supermercado y luego de amenazar a la propietaria con un cuchillo, huyó con todo el dinero de la caja.
La mujer logró identificarlo, y Thierry fue detenido, pasando luego una semana en la cárcel.
Al concluir el servicio militar, Thierry se instaló en París, integrándose rápidamente a la comunidad de homosexuales.
Consiguió un empleo en un club nocturno especializado en shows travestis.
Allí conoció a su primer compañero sentimental, Jean Mathurin.
En ese local Thierry hacía a veces actuaciones travestis, e incluso invitó a su madre a ver el espectáculo, quien impresionada de ver a su hijo con ropas de mujer se retiró antes de que acabase, rechazando así su homosexualidad.
Mientras tanto, Thierry y su novio decidieron irse a vivir juntos y se instalaron en un hotel.
En aquella época la pareja vivía con todos los lujos posibles, comían en restaurantes lujosos y se dejaban ver en todas las fiestas y clubes de moda.
Pero el dinero se les acabó pronto y la buena vida con él, entonces comenzaron las crisis de pareja, las escenas de celos y las discusiones.
Se vieron obligados a buscar un alojamiento más barato ya que tenían muchas deudas, así que Thierry se vio forzado a cometer pequeñas estafas, a traficar drogas y a robar tarjetas de crédito para buscarse la vida y pagar sus numerosas deudas acumuladas.
En París vivía de noche en clubes donde a nadie le extrañaba su comportamiento, y allí podía asesinar una y otra vez sin despertar la curiosidad de nadie.
Su predilección por las mujeres mayores nunca pudo ser explicada.
Tal vez como su niñez estuvo poblada de ancianas que no cesaban de juzgarlo y corregirlo, quiso liberar a París de aquellas odiosas mujeres.
Constantemente se ocupaba de llamar la atención de los demás, de estar siempre rodeado de gente e invitarlos a sus fiestas, lo que le proporcionaba gran cantidad de “amigos” de conveniencia, ganados a base de comprarlos con alcohol y cocaína.
De hecho, una vez en la cárcel, Thierry se dedicaba a recortar las notas de prensa que hablaban de él.
Siempre narcisista, su aspecto físico continuó siendo su gran obsesión.
Antes de ser encarcelado, se le habían tomado unas muestras de sus huellas dactilares, pero en esos tiempos, los sistemas informáticos de que disponía la policía eran bastante limitados, y por este motivo eran los mismos agentes los que realizaban la dura y larga tarea de comparar todas las huellas digitales.
Para empeorar las cosas, Thierry no había sido arrestadoen París, sino en otro distrito, consecuentemente las huellas habían sido guardadas en otros archivos.
Además, el delito por el que había sido inculpado no requería el cotejo en los mismos archivos con las huellas de los inculpados por delitos de agresión u homicidio; y consecuentemente, por el momento ninguna prueba lo inculpaba, y nadie podía imaginar que ese hombre era el asesino de las dieciséis mujeres.
Luego de 12 meses en prisión, cuando Thierry obtuvo la libertad reanudó su vida y sus viejas costumbres.
Una de ellas, fue la de seguir asesinando; mientras, la policía de París seguía investigando los crímenes.
Un cambio de suerte:
Pero esta vez los agentes contaban con más información, pues la primera víctima de Thierry, la señora de 91 años a la que había atacado para robarle sus ahorros, se había recuperado del trauma y tres años después les proporcionó una detallada descripción del agresor.
Inmediatamente se distribuyó su retrato robot por todas las comisarías de París y sus alrededores y al poco tiempo Thierry fue identificado y detenido.
Tras comprobar que sus huellas correspondían con las tomadas en los lugares de los crímenes, fue interrogado sin interrupción durante cuarenta y tres horas seguidas por la Brigada Criminal, y terminó confesándose autor de más de 20 crímenes.
Lo que dejó atónitos a los policías, era la indiferencia con la que Thierry describía los mismos, absolutamente incapaz de comprender la terrible gravedad de lo que había hecho.
Para él, la vida de un ser humano carecía por completo de valor.
Las razones que llevaron a Thierry a cometer aquellos crímenes continúan siendo un misterio, por lo que los psiquiatras tuvieron que hacer un retroceso a su infancia para tratar de ver más claro.
Llegaron a la conclusión de que como en realidad jamás tuvo un hogar, ni una familia que le quisiese y se preocupase por él, el joven creció con graves faltas tanto de cariño como de enseñanzas.
Antes de llegar a la adolescencia ya lo habían custodiado tres personas: su abuela, su madre y luego su padre, pero todos se lo fueron quitando de encima, lo que Thierry interpretó como un rechazo.
Por otra parte, su inclinación homosexual había despertado un desprecio general en su entorno.
Privado de todo cariño, no sentía hacia los mayores ningún respeto.
Se negaba a ser como todos los adultos que conocía, pues eran indignos de su confianza y respeto, y continuó siendo un niño reservado, desafiante y violento.
La falta de amor le había endurecido hasta el punto de ignorar el sufrimiento, tanto si él era víctima o agresor, no tenía piedad.
Lo demuestran sus posteriores declaraciones a la policía: “Yo sólo ataco a los débiles”.
Acabó confesando que no siempre había actuado solo, y que su amante, Jean Mathurin, había tomado parte en los primeros crímenes.
La sentencia:
Finalmente, en el juicio se le acusó por asesinato y robo con violencia en dieciocho ocasiones.
Mientras cumplía condena, el 16 de abril de 1989 fallecía en su celda, enfermo de sida cuando sólo contaba con veintiséis años.
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